Las elecciones locales celebradas el jueves en Inglaterra han dejado a los laboristas frustrados y preguntándose si el partido podrá alcanzar alguna vez el poder teniendo como líder a Jeremy Corbyn. La victoria arrolladora que algunos habían pronosticado, y tanto necesitaban, no se produjo, pese a lo propicio del momento tras los escándalos de la inmigración del ministerio del Interior y la deriva del brexit. Después de ocho años en el poder, y el desgaste de la primera ministra, Theresa May, los conservadores hicieron incluso progresos en algunas zonas. Según la proyección de voto a nivel nacional realizada por la BBC, conservadores y laboristas estarían empatados al 35%, los liberales obtendrían un 16% y otros partidos el 14%.

Corbyn trató de trasformar el raquítico resultado en un triunfo. «El laborismo está ahora bien colocado para ganar las elecciones generales», afirmó. Pero el destacado diputado laborista Chuka Ummuna pidió que el Comité Ejecutivo Nacional del partido lleve a cabo una investigación para saber qué ha fallado. «Necesitamos una autopsia bien hecha», declaró Ummuna.

Los resultados fueron un relativo alivio para la premier. La influencia del brexit se dejó notar. El voto conservador fue especialmente potente en las zonas donde había triunfado el apoyo a la salida de la Unión Europea. Esa circunstancia, según el ministro de Asuntos Exteriores, Boris Johnson, muestra que el Gobierno debe cumplir con su compromiso de sacar al Reino Unido de la unión aduanera.

Las locales inglesas apenas han variado el mapa político. Una excepción fue el UKIP. El partido antieuropeísta que impulsó el referéndum del brexit está prácticamente extinguido. El derrumbe ya se constató en las generales y ahora ha favorecido a los conservadores en algunas alcaldías.