De un tiempo a esta parte pareciera que los estereotipos clásicos sobre cómo debe ser un alemán, un francés o un inglés no coinciden con el imaginario colectivo, algo a lo que, sin duda, ha contribuido el proceso del brexit. El mito sobre el modelo británico como el modelo a seguir por el resto de los regímenes parlamentarios se ha derrumbado de manera estrepitosa ante la incapacidad de resolver la situación de bloqueo actual.

Los tories de esta generación han conseguido lo que ninguna revolución antes logró, aunque es cierto que han contado con la estimable ayuda de los laboristas. Un desastre.

La sucesión de líderes conservadores parece sacada de la mítica serie de los Monthy Python, Flying Circus, Cameron el tímido, May la terca, Johnson el lanzado. Con ellos casi se podría decir que el flemático y fino humor británico se ha transformado en una broma ordinaria y de mal gusto. La última propuesta del primer ministro británico a la UE formaría parte de este lamentable espectáculo. Pero lo más grave no es esto sino las propuestas sobre el backstop no se sostienen si se confrontan con la realidad política de Irlanda del Norte y del Reino Unido en general.

Es cierto que Johnson, al igual que antes May, se quiere asegurar el apoyo de los unionistas norirlandeses otorgando al Gobierno de Stormont y a la Asamblea de Irlanda del Norte la última palabra en relación con el estatus que tendrá con la UE. El problema es que el DUP no representa, según los sondeos, a la mayoría de los norirlandeses, lo que refuerza el voto de Remain obtenido en Irlanda del Norte en el 2016. Otro hándicap es que la asamblea irlandesa lleva paralizada más de dos años como consecuencia de los desacuerdos entre el Sinn Fein y el DUP.

Por tanto, la primera premisa de la propuesta de Londres no tiene sustento institucional. Además del malestar entre la ciudadanía norirlandesa, Johnson también ha conseguido que se acelere la convocatoria de un nuevo referéndum en Escocia que mira atónita como se le concede a Irlanda del Norte una autonomía que ella desea. Por conseguir una mayoría parlamentaria se resquebraja el sistema institucional. Buena jugada.

En cuanto al resto de actores. Dublín no respalda las propuestas sobre el backstop denunciando que no cumplen los Acuerdos de Viernes Santo. Y Bruselas ha decidido tomárselo con la flema que ha perdido Londres y ha respondido amablemente que, de momento, no, thank you.