Había pocas dudas sobre la capacidad de Donald Trump para añadir tensión a un G-7 dividido y es exactamente lo que hizo antes de pisar Biarritz cuando pidió a las empresas norteamericanas abandonar el mercado chino y advirtió a Francia de que sus vinos tendrán que pagar más aranceles para venderse en Estados Unidos.

La guerra comercial estalló en la cumbre del G-7, pero la Unión Europea le enseñó los dientes al presidente norteamericano horas antes del inicio oficial del encuentro que reunirá hasta mañana en la ciudad del sur de Francia a las principales potencias occidentales (Estados Unidos, Canadá, Japón, Alemania, Francia, Italia y Reino Unido).

El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, le dejó al presidente de Estados Unidos varios mensajes. El primero, que la guerra comercial en la que se ha embarcado con Pekín conlleva un riesgo de recesión internacional. Dos, que si cumple su amenaza de imponer aranceles al vino francés en represalia por la iniciativa gala de gravar a las grandes empresas tecnológicas, la UE responderá en consecuencia. Y tres, que Rusia no volverá al G-7 del que fue excluido tras anexionarse Crimea, un regreso que Trump defiende.

TONO CONCILIADOR / En este ambiente claramente hostil, el presidente francés y anfitrión del encuentro, Emmanuel Macron, optó por usar un tono conciliador para rebajar la tensión e intentar salvar una cumbre en la que aparecen más fracturas que puntos de encuentro. Incluso el primer ministro británico, Boris Johnson, de quien se sospecha que podría intentar un acercamiento a Washington en la recta final del brexit, se dijo «muy preocupado» por la guerra comercial entre Estados Unidos y China.

Macron dejó claro que las tensiones comerciales son «malas para todo el mundo» y que es conveniente una desescalada, según explicó en un breve mensaje televisado en el que fijó los objetivos de la cumbre sin negar las grandes diferencias que existen sobre los dosieres que están encima de la mesa y que giran en torno a tres ejes: los retos de seguridad, los riesgos de una recesión económica y la lucha contra las desigualdades. En los tres ámbitos pidió llegar a acuerdos «útiles y concretos».

También mencionó la necesidad de actuar de manera coordinada en Libia -para evitar seguir sufriendo de manera colectiva el «escándalo» de la emigración en el Mediterráneo- y en los grandes conflictos internacionales como Siria, Irán, Oriente Medio y Ucrania.

En el capítulo económico, el presidente francés quiere centrar los debates en el crecimiento mundial y el empleo, y ha sugerido aplicar políticas de estímulo presupuestario y revisar los tipos de interés.

Repoblar el Amazonas / Otro gran frente de división es el cambio climático. Una de las primeras medidas de Trump cuando llegó a la Casa Blanca fue retirarse del Acuerdo de París. Macron ha renunciado a convencerle de que asuma sus compromisos internacionales en este terreno pero espera que el G-7 responda al menos a la urgencia ecológica del Amazonas, abrasado por el fuego. «El Amazonas es nuestro bien común», dijo. Aseguró que las potencias presentes en Biarritz se movilizarán para ayudar a Brasil en las labores de extinción y en la reforestación posterior que permita a los habitantes de la zona mantener actividades sostenibles que preserven lo que calificó de «tesoro de la biodiversidad».

El presidente francés incluyó a última hora los incendios del Amazonas en la agenda al considerarlo una crisis internacional, iniciativa que le ha valido los reproches del presidente brasileño, Jair Bolsonaro, cuyo escepticismo sobre el cambio climático no es lo único que le aproxima a Trump.

Bolsonaro acusó al francés de comportarse como un colono y el pulso entre los dos subió de nivel cuando Macron le acusó a su vez de mentir sobre sus compromisos climáticos y anunció que Francia se opondría a la firma del Mercosur, el tratado de libre-comercio entre la UE y los países del cono sur latinoamericano.

Antes de la cena informal ofrecida en el Faro de Biarritz a sus invitados, Macron celebró un almuerzo improvisado con Trump en la terraza del hotel del Palacio, un tête à tête que no estaba inicialmente previsto y en el que el más sonriente era el presidente francés, que le explicaba a su invitado los retos de la cumbre. «Es un G-7 que llega en un momento importante de desestabilización en mu-