Gabriela Selser es una periodista nicaragüense que forma parte de PEN Internacional capítulo Nicaragua, grupo de escritores e intelectuales que ha sido galardonado con el premio Antoni Traveria a la Llibertat d'Expressió, que otorga la Casa Amèrica Catalunya. Selser ha aprovechado su viaje a Barcelona para presentar su libro 'Banderas y harapos', un relato de sus años como militante del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) durante la revolución que rigió los destinos del país entre 1979 y 1990. Alejada desde hace tiempo de ese partido, el cual volvió al poder en el 2007, hoy denuncia la deriva autoritaria del presidente Daniel Ortega.

En su libro habla de su etapa como alfabetizadora y después como reportera soldado, una figura poco convencional...

Yo fui periodista de 'Barricada', el diario oficial del FSLN, que defendía los intereses de la revolución. Los corresponsales de guerra usábamos uniforme y recibíamos un mínimo entrenamiento militar. Me desplazaba a las zonas de combate con el uniforme verde olivo, el bloc de notas y el fusil AK-47 colgado del hombro. En una ocasión me encontré con el escritor Julio Cortázar durante una vigilia de paz en la frontera con Honduras. Me impresionó cómo una persona tan famosa podía estar ahí, no solo cavando humildemente una trinchera sino arriesgando la vida.

Impresiona también cuando relata la muerte de un joven soldado en sus brazos.

Estuve siete años en las zonas de guerra y este tipo de experiencias me endurecieron mucho en lo personal. No había tiempo para detenerse a llorar, simplemente había que hacer el trabajo. Yo siempre tenía miedo, pero el secreto era saber cómo aguantarlo y seguir adelante; si no, perdías la oportunidad de seguir en la cobertura militar.

¿Cuándo se dio cuenta de que la revolución había sido traicionada?

A finales de la década de 1980 y como consecuencia de los viajes que hacía junto a Ortega como enviada especial. En esas giras empecé a ver cómo muchos ministros y otros miembros de la delegación gastaban dinero comprando cosas exóticas y caras. Luego volvía a la montaña en Nicaragua y ahí me encontraba otra vez con la realidad de los muchachos que combatían y morían, mientras el país se desangraba y la economía se estancaba.

¿Qué llevó a comandantes de la revolución, como Ortega, a abandonar los ideales de entonces?

En la ambición por el poder reside todo lo malo. El poder enferma, corrompe y una persona puede llegar incluso a destruir a un país por mantenerse en el poder, como lo estamos viendo hoy en Nicaragua. Hoy no hay guerra, pero los jóvenes indefensos han muerto a manos de la policía.

Las protestas contra Ortega parecen que han mermado. ¿Ha logrado el poder debilitar a la oposición?

El Gobierno, a través de la policía, prohibió las manifestaciones opositoras desde septiembre. Está prohibido, por ejemplo, salir a protestar con la bandera de Nicaragua, que se ha convertido en el símbolo de la oposición. Hay personas presas por inflar globos azules y blancos, los colores de la bandera. Tengo amigos que han sido detenidos por salir a la esquina a cantar el himno de Nicaragua. El Gobierno ha impuesto el miedo y obviamente eso ha mermado la protesta, aunque la gente siempre busca formas creativas de mantener la resistencia cívica.

¿Hasta dónde llega la censura de prensa en Nicaragua? ¿Dónde está la línea roja?

'La Prensa' y el 'Nuevo Diario', los dos principales diarios nacionales impresos, mantienen una línea crítica hacia Ortega. No han sido cerrados, pero desde hace nueve meses sus embarques de papel y de tinta están retenidos en la aduana. Han tenido que reducir el tiraje y cobrar las suscripciones digitales para poder sobrevivir. Los están asfixiando económicamente. Otros medios independientes han sido clausurados, como el canal 100% Noticias, cuyo director, el periodista Miguel Mora, y su jefa de prensa, Lucía Pineda Ubau, fueron arrestados el 21 de diciembre y al día de hoy siguen presos. Están en celdas diminutas, sin luz y con visitas restringidas.

¿Cuál es la situación de los presos políticos?

En los acuerdos del pasado mes de marzo, Ortega se comprometió a liberar de forma definitiva a todos los detenidos y a anular sus juicios. Se calcula que había más de 700 personas presas por protestar contra el Gobierno y hasta ahora solo han sido excarceladas poco más de 300. Sin embargo, ninguna de ellas ha sido plenamente liberada, sino que están bajo arresto domiciliario y bajo asedio de la policía. Si salen de casa para ir a la iglesia, por ejemplo, los detienen. Ortega también se comprometió a restaurar las libertades públicas, como el derecho a manifestarse, pero nada de eso lo ha cumplido.

¿Quién mantiene a Ortega en el poder?

El principal apoyo lo recibe de Venezuela, que le proporciona los recursos para mantener la economía y el aparato estatal de unos 120.000 empleados públicos. Cuba le proporciona respaldo político y asesoría, mientras que Taiwán y Japón le dan apoyo financiero. Además cuenta con un apoyo absoluto de la policía y también del Ejército, porque aunque los militares no han intervenido directamente en esta crisis, tampoco han actuado para desarmar a los grupos paramilitares que están operando al margen de la ley en contra de la oposición.

¿La caída de Maduro supondría la caída de Ortega?

Muchos piensan que sí. En todo caso, sería un golpe muy duro para Ortega porque perdería a su principal aliado y colaborador, si bien la ayuda venezolana ha ido mermando desde la muerte de Hugo Chávez. Lo mejor sería que la situación de Nicaragua se resuelva sin depender de lo que ocurra en Venezuela y mediante un adelanto de las elecciones del 2021, porque prolongar esta crisis solo puede llevar a la anarquía y la violencia.

Durante los últimos años América Latina ha dado un giro hacia la derecha política, incluso hacia la extrema derecha como en Brasil.

Pienso que la extrema derecha en muchos países ha llegado al poder a causa de las malas gestiones y los actos de corrupción en que se han involucrado los gobiernos llamados de izquierda, que finalmente resultaron igual o más deshonestos que sus antecesores de derecha. En todo caso, esto ya no supone un asunto ideológico, sino de honestidad versus corrupción.

¿Y esto puede ocurrir en Nicaragua? ¿Que tras Ortega surja un líder ultraderechista?

Es que tampoco en Nicaragua existe un dilema entre derecha o izquierda, sino entre derechos humanos y autoritarismo, libertad de pensamiento versus represión. La Unidad Nacional Azul y Blanco, que es la principal coalición opositora, está formada por más de 40 organizaciones diversas: movimientos estudiantiles, feministas, campesinos, empresarios, personas conservadoras y sandinistas que se fueron del FSLN; ellos están formando una gran alianza nacional ante un Gobierno que se autodenomina de izquierda pero mantiene a Nicaragua bajo un estado de terror y ha sido responsabilizado por la muerte de 325 personas, en su mayoría jóvenes, más de 2.000 heridos, más de 700 encarcelados y el exilio de al menos 62.000 nicaragüenses, entre ellos casi 100 periodistas independientes.