El estallido social chileno ya no clama solamente por mejoras de coyuntura sino que se ha cebado con la religión del mercado y la Constitución legada por el general Augusto Pincohet.

El presidente Sebastián Piñera se ha visto forzado a llevar a cabo una reforma de la Carta Magna en aras a la paz social, aunque no parece que la medida vaya a detener una protesta en la que los manifestantes resignifican símbolos, cambian nombres de calles o derriban estatuas de manera imparable.

Gestos que muestran la gran ira. No se quiere vivir más en un país donde el 1% de los hogares de mayores ingresos acaparan más de una cuarta parte de la riqueza. Un país donde el 26% de las personas cargan con deudas crediticias, las pensiones son de 205 dólares(186 euros), las universidades públicas cuestan al año 7.654 dólares (6.936 euros) y los medicamentos son los más caros de la región.

Piñera no sabe cómo salir del laberinto. Los políticos tradicionales tampoco.