La cumbre del G-7 se abre hoy en la localidad francesa de Biarritz con el telón de fondo de la división entre las siete grandes potencias -Estados Unidos, Canadá, Japón, Alemania, Francia, Italia y Reino Unido-, que suman el 40% del PIB mundial y el 10% de la población del planeta.El anfitrión, Emmanuel Macron, quiere renovar la ambición del G-7 en torno al objetivo central de la lucha contra la desigualdad y recuperar el espíritu multilateral con el que surgió en 1975 para abordar la primera crisis del petróleo a iniciativa de otro presidente francés, Valéry Giscard D’Estaing. Pero hoy el contexto internacional es otro.

Rusia y China contestan la hegemonía de las potencias occidentales poniendo palos en las ruedas de los principios democráticos, y las fuerzas populistas se abren paso en la vieja Europa, mientras al otro lado del Atlántico lo único previsible es la imprevisibilidad de Donald Trump o un nuevo desplante como el del año pasado en Quebec, cuando retiró su firma del comunicado final de la cumbre.

Todo juega en contra de la capacidad del G-7 para responder de forma coordinada a los grandes desafíos globales que la presidencia francesa incluye en su bienintencionada agenda: la disminución de las desigualdades, la protección del planeta, el mantenimiento de la paz y la lucha contra el terrorismo.

NUEVA RECESIÓN / Las tensiones internacionales, el fantasma de una nueva recesión y las diferencias en torno al dosier nuclear iraní, Siria o el cambio climático planean sobre Biarritz.

También será escasa la unidad europea, más allá del eje franco-alemán, teniendo en cuenta que el nuevo primer ministro británico, Boris Johnson, se ha empeñado en retar a sus socios exigiendo la retirada de la salvaguarda irlandesa en el acuerdo del brexit y que la dimisión del primer ministro italiano, Giuseppe Conte, ha abierto una crisis política que podría llevar a Italia a nuevas elecciones.

Así que es previsible que muchos jefes de Estado o de Gobierno acudan a la localidad costera francesa más preocupados por sus asuntos domésticos que por la suerte del planeta.

Otro debate que se ha colado hace poco podría abrir una nueva fractura: la posibilidad dereincorporar a Rusia al G-8, del que fue expulsada en el 2014 tras la crisis ucraniana y la invasión de Crimea. Donald Trump apoyará cualquier propuesta que vaya en este sentido, lanzando así una nueva provocación a Europa.

El presidente francés, que se reunió con Vladímir Putin días antes de la cumbre de Biarritz, admite que el diálogo con Rusia es fundamental, pero reiteró el pasado miércoles que la condición previa e indispensable para que Moscú vuelva al G-8 es que se encuentre una solución negociada con Ucrania sobre la base de los acuerdos de Minsk.

«Vivimos un periodo absolutamente histórico de nuestro orden internacional. Vivimos una crisis muy profunda de las democracias, que es también una crisis de representatividad, de eficacia frente a los grandes miedos contemporáneos: miedo climático, miedo tecnológico, miedo migratorio. Son fenómenos que superan ampliamente el marco nacional», reflexionaba Macron el miércoles ante la prensa presidencial.

En su opinión, la hegemonía occidental está seriamente cuestionada y quizás esté desapareciendo el orden internacional que desde el siglo XVIII situaba a Occidente en el centro de todas las decisiones. En ese nuevo escenario, Macron considera que el papel de Francia debe ser el de buscar el equilibrio, el de una potencia no alineada que conserve su capacidad para dialogar con todo el mundo.

Además de las cuestiones políticas, el objetivo de la presidencia francesa es avanzar en la lucha contra la evasión fiscal y la imposición de una tasa a los gigantes de internet. Macron quiere que el G-7 estudie estímulos presupuestarios para relanzar la economía, en especial la alemana, a pesar de que Berlín es reticente a la medida aunque esté rozando la recesión.

También cree Macron, en contra de la tesis de Donald Trump, que la política de bajada de tipos de los grandes bancos centrales ha llegado a su límite. Para mantener el crecimiento y el empleo sería conveniente lograr puntos de acuerdo con Estados Unidos para evitar que la guerra comercial con China se extienda a Europa.

La ciudad de Biarritz será un fortín tomado por 13.200 policías y gendarmes apoyados por unidades del Ejército encargadas de misiones antiterroristas. El dispositivo se ha diseñado para garantizar la seguridad de las delegaciones frente a la persistente amenaza terrorista en Francia y para evitar altercados de orden público dado que en Irún y Hendaya se han convocado contracumbres para protestar por el modelo económico de los miembros del G-7.