Si hubiera unos Juegos Olímpicos de la supervivencia, seguramente Stella -ghanesa, 21 años- coparía el medallero. Acaba de llegar al medio de ninguna parte: 17 millas al norte de la costa de Libia, en medio de la noche, en una patera compartida con otro centenar de personas. Apiñados sobre los flotadores laterales del cayuco o apretujados en el centro de la barca.

La inmensa mayoría de los ocupantes son de varios países de África Occidental, como ella. De los alrededor de 100 pasajeros de la balsa, solo uno tiene chaleco salvavidas. Estos les llegan poco después del amanecer, cuando dos lanchas rápidas de las oenegés Proactiva Open Arms y Migrant Offshore Aid Station (MOAS) se les aproximan y reparten a decenas estas prendas naranjas.

Stella dice que a bordo hay embarazadas, pero no sabe precisar cuántas. Stella tiene cara de congoja y está más que justificada. Los socorristas de POA acaban de subir a la joven a su lancha porque, en medio de la pugna interna por hacerse con los chalecos, con losnervios de punta en la patera y con el precario equilibrio de la embarcación, veinte pasajeros se han ido al agua.

Se oye un “¡chof!”. Y después, gritos. Ni uno solo de ellos sabe dar brazada y media. Las caras de pánico abundan. Aunque, en medio de los chapoteos inútiles, alguno descubre que el chaleco le mantiene a flote y se calma. Además, la rápida reacción de los socorristas, Albert Roma y Oriol Canals, deja la situación controlada en unos pocos minutos.

El buque de asistencia de MOAS en la zona carga a los inmigrantes rescatados y el enésimo episodio de la odisea de Stella le concede un momento de respiro en una mañana que había comenzado horas antes, pasadas las seis y con el sol aún sin asomar en medio de un mar plano.

"¡TODOS LISTOS PARA SALIR¡"

“¡Todos listos para salir!”, había ordenado entonces Albert Bargués, capitán del 'Astral' (el velero que Proactiva Openarms tiene desplegado en el Mediterráneo central para asistir en el rescate de refugiados), al avistar una patera de madera a salida hacía pocas millas de las aguas territoriales libias. El equipo de rescate de la organización de Badalona puso apunto una de sus lanchas rápidas y partió hacia el lugar marcado. Allí estaba un viejo pesquero de madera con veintidós refugiados a bordo. La mayor parte, subsaharianos; algún magrebí, algún asiático.

A los pocos segundos, se aproxima veloz una embarcación blanca. Se trata de los guardacostas de Libia, en un bote de fibra con apariencia de haber navegado mucho, con la inscripción del cuerpo de turno en inglés y en árabe, y con dos motores de 225 caballos cada uno. Difícil escapar de ellos en caso de necesidad, a pesar de que la escena discurre ya en aguas internacionales. A bordo, tres tripulantes vestidos de militar. Al menos uno de ellos lleva un kalashnikov a la espalda. Aunque el panorama podría ser inquietante, la proximidad de las embarcaciones de rescate y sus naves nodriza deja más tranquilos a todos los presentes. Contribuye a la calma la aparición en el cielo de un avión español de búsqueda y rescate y la fragata Reina Sofía, localizada en el radar a no muchas millas.

En cualquier caso, los guardacostas libios parecen más interesados en rapiñar lo que puedan de las pateras abandonadas que en aplicar norma alguna, puesto que se encuentran fuera de su jurisdicción.

El proceder de los rescatadores de la oenegré Proactiva es simple y efectivo. Aproximación tranquila, diálogo con uno de los pasajeros para que ejerza de portavoz del cayuco, reparto de chalecos salvavidas para aquellos que no tengan e intervención acuática en caso de que fuese necesario. No lo es esta vez y el rato se va en esperar a que llegue el centro de asistencia flotante de MOAS, el 'Topaz Responder', y suba a bordo a los inmigrantes, que demuestran una calma pasmosa dadas las circunstancias.

Una vez en cubierta, solo han de esperar a que el barco les desembarque en las costas italianas. Así que la joven Stella estará en breve en el sur del 'bel paese'. Su objetivo es llegar a Francia. De lograrlo, podría ser plusmarquista de una imaginaria prueba de 4.500 kilómetros obstáculos.