El aire en Tangshan tiende a sólido, una ubicua neblina negruzca difumina los contornos alejados y la tos y la irritación de garganta surgen a las pocas horas. El cuadro se antoja dramático incluso para los llegados desde Pekín. La concentración de partículas PM2,5(las más pequeñas y dañinas) roza los 400 microgramos pormetro cuadrado cuando la ONU desaconseja más de 25. Y los lugareños hablan de una espectacular mejora. “Tendrías que haber venido tres años atrás. No podíamos colgar la ropa en el exterior porque quedaba negra así que la secábamos en casa”, señala Cheng con una sonrisa sincera.

Siete de las diez ciudades chinas más contaminadas están en Hebei, la provincia que abraza a Pekín. Hebei epitomiza el drama nacional, con su economía basada en la industria pesada del carbón, el acero y el cemento. También representa el dilema entre desarrollo y medio ambiente que atormenta a los países en desarrollo. Y es la vanguardia en la guerra contra la polución que el primer ministro, Li Keqiang, declaró formalmente dos años atrás. La guerra de China por sus cielos azules se gana o se pierde en Hebei. Y las noticias que llegan desde el frente alumbran la esperanza.

La contaminación en Hebei cayó un 28,7% entre 2013 y 2015 gracias a las políticas gubernamentales, los cierres de fábricas estimulados por la crisis global y porque el margen de mejora era amplísimo. Los días de aire limpio aumentaron de los 152 de 2015 a los 192 del pasado año. El cuadro nacional también presenta brotes verdes tras décadas de pertinaces fracasos: la contaminación ha caído al menos un 14% en 74 ciudades.

Falta mucho para corregir la calamidad medioambiental pero los ecologistas juzgan el camino de correcto. Los esfuerzos se han centrado en Hebei también por razones de prestigio internacional. APekín le incomodan esas portadas globales que cíclicamente muestran la Ciudad Prohibida envuelta en un manto oscuro. Lo ha intentado todo estos años para mejorar la calidad de sus aires: ha alejado las fábricas del centro, levantado zonas verdes, estimulado el transporte público y limitado el privado. Todo ha sido inútil porque el problema llega del vecindario. En la gran zona industrial y económica formada por Pekín, Tianjin y Hebei, la última produce entre el 77 % y el 90 % de la contaminación.

ESTRATEGIA NACIONAL

Así que Hebei se ha convertido en el laboratorio de pruebas de la estrategia nacional. El plan se inspira en la cuenca alemana del Ruhr, que en una década relevó el carbón y la industria pesada por energía más limpia y eficiente. En el quinquenio 2013-2017 se recortará la producción de 60 millones de toneladas de acero, otras 60 de cemento y 40 de carbón. Son objetivos ambiciosos, demasiado para los líderes locales.

La ciudad de Tangshan, por ejemplo, se levantó del devastador seísmo que la destrozó casi medio siglo atrás gracias a la industria del acero. Hebei concentra la cuarta parte de la producción nacional y soportará el 75 % de los recortes totales. Es cierto que sobre los hombros de Hebei descansa ahora el mayor peso de la estrategia nacional. También lo es que durante muchos años permitió que sus industrias fueran más competitivas que sus rivales ignorando cualquier regulación medioambiental y estimulándolas con créditos baratos.

“La situación ha terminado por convencer al Gobierno de que necesitaba atajar la contaminación. Además, en el invierno de 2015, el Ministerio de Protección Medioambiental señaló que Hebei debía resolver cuanto antes la dependencia en el carbón. Y los números confirman los progresos”, señala por email Dong Liansai, activista de Greenpeace.

La carrera política de los líderes provinciales se edificó durante décadas en su desarrollo económico a toda costa. Sus ambiciones sobrevolaban cuestiones prosaicas como las leyes medioambientales, tanto o más exigentes sobre el papel que las occidentales. Los incumplimientos de las compañías que tiraban del PIB y llenaban las arcas locales quedaban impunes. Pero Pekín ya examina los avances ecológicos y las infracciones se pagan.

Solo la opacidad impide logros mayores. Ma Jun, histórico activista, la ha mitigado con una célebre aplicación de móvil para fiscalizar a los agentes contaminantes. “Falta transparencia. La ley obliga a informar sobre la contaminación local y tanto Pekín como Tianjin la cumplen, pero muy pocas ciudades de Hebei han publicado sus datos. Y así es difícil que el público supervise el proceso e identifique a los emisores”, denuncia por teléfono.

Más galones para los inspectores medioambientales

Los inspectores enviados a Hebei en una de las cíclicas crisis medioambientales a principios de año regresaron a Pekín de vacío tras perderse en medio de la bruma negruzca. Inspeccionar el cumplimiento de las leyes ecológicas ha sido tradicionalmente arduo en China. No era raro que las fábricas detuvieran la producción antes de su llegada y la retomaran tan pronto se iban. La colusión entre compañías y gobiernos locales explicaban unas multas mínimas y escasamente desincentivadoras.

Pekín comprendió que el cumplimiento de la ley pasaba por darles más galones a los inspectores. China ha fortalecido el Grupo de Inspección y Protección Medioambiental de Hebei, ahora más poderoso que la rama provincial del ministerio. El grupo consta de antiguos viceministros y de miembros de la temida Comisión Disciplinaria del Partido con carta blanca para despidos fulminantes. La nueva Ley de Protección Medioambiental prevé multas acumulativas sin techo, incrementa las recompensas a los denunciantes y establece una moratoria de tres años para la apertura de minas de carbón. China recaudó el pasado año 4.250 millones de yuanes en multas, lo que supone un incremento del 34 % respecto al pasado año.