Después de tres meses de actividad frenética en el Congreso, un carrusel de testimonios, votaciones y frustradas maniobras dilatorias que culminaron con la aprobación de los cargos contra Donald Trump hace dos semanas, el proceso para juzgar al presidente ha quedado temporalmente encallado. La mayoría demócrata en la Cámara de Representantes ha congelado el envío de los cargos al Senado, el requisito indispensable para que el juicio pueda celebrarse.

El partido de Nancy Pelosi sostiene que no moverá ficha hasta que los republicanos, que controlan el Senado, les garanticen un juicio "justo" e "imparcial". Las negociaciones, por el momento, no han dado resultados. Y Trump está furioso al ver como la amenaza que pende sobre su presidencia podría prolongarse 'sine die'.

La batalla para fijar los parámetros del juicio no se reanudará hasta el próximo 3 de enero, cuando los congresistas vuelvan al trabajo tras dos semanas de vacaciones. Los demócratas quieren llamar a declarar a varios testigos que la Casa Blanca les negó durante la primera fase del proceso, altos cargos como el jefe de gabinete, Mick Mulvaney, y el exasesor de Seguridad Nacional, John Bolton.

Pero también buscan que la Administración haga públicos los documentos relacionados con el caso, desde correos electrónicos a memorandos, que ayudarían a comprender por qué se congeló la ayuda militar a Ucrania o se pospuso la visita de su presidente a la Casa Blanca, las herramientas utilizadas por Trump para forzar al país eslavo a investigar a su rival político, Joe Biden.

UNA ORDEN SECRETA

Hace solo unos días se supo que el director adjunto de la Oficina de Presupuestos, Michael Duffey, encargó al Pentágono que congelara las ayudas concedidas a Kiev para hacer frente a la agresión rusa menos de dos horas después de que Trump le pidiera a su presidente "un favor" en la famosa llamada telefónica del 25 de julio. Al cursar la orden, Duffey pidió que se mantuviera en secreto debido a "la naturaleza sensible de la solicitud", según consta en los correos publicados por el Pentágono tras perder un litigio de libertad de información.

Nada indica por el omento que los republicanos vayan a dar su brazo a torcer. Inicialmente Trump quería un juicio largo que no solo le absolviera, sino que le permitiera salir reivindicado. Quería que declarasen Biden y su hijo Hunter, así como el confidente de los servicios de inteligencia que destapó el presunto abuso de poder del presidente. Pero su partido cree que sería un suicidio y prefiere un juicio expeditivo para pasar cuanto antes página.

El problema es que los republicanos ni siquiera está guardando las formas. Aunque la ley obliga a los senadores a actuar como "un jurado imparcial" durante el proceso, su líder en la Cámara Alta ha afirmado sin tapujos que sus correligionarios no serán imparciales y que están "coordinando totalmente" su estrategia con la Casa Blanca. Esa actitud ha abierto las primeras grietas en el partido. Lisa Mukovsky, una de sus senadoras más moderadas, dijo el miércoles que le "preocupa" la coordinación con la Casa Blanca. "Creo que deberíamos distanciarnos de la defensa", dijo en una entrevista.

Sus palabras abren una vía de esperanza para los demócratas, ya que, si las partes no se ponen de acuerdo sobre los parámetros del juicio, tendrán que adoptarse por mayoría simple en el Senado. Los republicanos controlan 53 de los 100 escaños, pero bastarían unas pocas deserciones para que los demócratas puedan imponer su lista de testigos. Esos cálculos comenzarán cuando trasladen al Senado las riendas del proceso, una carta que por el momento se guardan para tratar de extraer concesiones.

Quien más preocupado parece por el retraso es Trump, molesto con la distracción generada por el impeachment. "Los demócratas dijeron que querían darse prisa para llegar hasta el Senado porque Trump es una amenaza para la seguridad nacional (por utilizar sus despiadadas palabras), pero ahora han cambiado de opinión y quieren ir lentos. Mentirosos", protestó el jueves en Twitter.