No hay final a la vista para el fuego Carr, el «extremadamente peligroso» incendio que está asolando el condado de Shasta, en el norte de California, que se ha cobrado ya la vida de cinco personas: un bombero, un operador de maquinaria, una mujer de 70 años y sus dos bisnietos de 4 y 5 años, que fallecieron atrapados en una casa en Redding, el núcleo más afectado.

Las autoridades están alarmadas ante todo por la velocidad de las llamas y su expansión la favorecen condiciones climatológicas que no se espera que den un alivio en los próximos días. Es una tormenta perfecta para las llamas ya que se combinan altas temperaturas que pueden rozar los 38 grados, baja humedad y fuertes golpes de vientos impredecibles, además de una vegetación que los expertos definen de «explosivamente seca».

Ayer por la mañana, el fuego obligó a evacuar a 38.000 personas y llevó al presidente Donald Trump a declarar el estado de emergencia para la zona, lo que facilitará la asistencia federal a las autoridades estatales.

Las llamas habían arrasado ya 36.000 hectáreas y solo estaba controlado al 5%. Pese al trabajo de 3.500 bomberos y la colaboración de 17 helicópteros, más de 500 casas y estructuras han sido destruidas. Hay también 13 desaparecidos, aunque las autoridades creen que al menos algunos pueden estar en los refugios.