Todos aquellos que pensaron que Donald Trump iba a desaparecer casi mágicamente y antes de tiempo de la cúspide del poder estadounidense, se llevaron una gran decepción el domingo. Las conclusiones del informe de Robert Mueller sirvieron para reivindicar al presidente y empequeñecer la nube de sospecha que ha pendido sobre su gestión desde que llegó a la Casa Blanca. La investigación exoneró a Trump de haber conspirado con Rusia para interferir en las elecciones y, aunque no llegó a pronunciarse sobre un posible delito de obstrucción a la justicia, el fiscal general del Estado dictaminó que “no hay suficientes pruebas” para acusarle de obstrucción. Semejante desenlace aleja todavía más las opciones de ‘impeachment’ barajadas por algunos demócratas, aunque sus representantes no se dan por vencidos.

La guerra político-judicial todavía no ha escrito su último capítulo. En sus 22 meses de trabajo, Mueller empleó a 19 abogados y contó con la asistencia de 40 agentes del FBI. Emitió 2.800 citaciones, llevó a cabo casi 500 registros, entrevistó a 500 testigos, tuvo acceso a los registros de 230 comunicaciones y pidió pruebas a 13 gobiernos extranjeros. Esos números dan cuenta de la exhaustividad de la investigación, aunque no han acabado de satisfacer a los demócratas, que han cargado contra el fiscal general, William Barr, por concluir que no hay suficientes pruebas de obstrucción a pesar de que Mueller no llegó a aclarar la cuestión. “Teniendo en cuenta la documentada falta de imparcialidad de Barr hacia el fiscal especial, no es un observador neutral y no está en posición de hacer juicios objetivos sobre el informe”, ha dicho Chuck Schumer, uno de los líderes demócratas en el Congreso.

LA CREDIBILIDAD DE BARR

Su partido reclama que se haga público el informe al completo, así como las pruebas recabadas por Mueller, para determinar entre otras cosas si el dictamen de Barr es congruente con lo que dice el informe. El fiscal general, que fue designado por Trump, tiene un largo historial al servicio del Partido Republicano, unas credenciales que están siendo aprovechadas ahora por los demócratas para poner en duda su criterio. Sus líderes han anunciado que llamarán a declarar a Barr ante el Congreso.

Tienen otras armas en la recámara. Antes incluso de que se conocieran las conclusiones del informe, sus diputados abrieron varias investigaciones contra Trump desde la Cámara de Representantes por abuso de poder, obstrucción a la justicia o corrupción. Y no están solos porque diversos tribunales federales y estatales están también escrutando las finanzas del magnate, las posibles donaciones extranjeras a su comité inaugural, los tejemanejes de la Fundación Trump o los pagos para acallar a dos mujeres con las que podría haber mantenido relaciones extramatrimoniales durante la campaña.

CENTRARSE EN LOS PROBLEMAS DE LOS CIUDADANOS

No todos los demócratas quieren, sin embargo, continuar con la labor de acoso y derribo. Algunos de ellos han declarado que ha llegado el momento de centrar todos sus esfuerzos en dar respuesta a los problemas de los estadounidenses, como “la desigualdad económica, el racismo o la corrupción”, según ha afirmado Alexandria Ocasio-Cortez, una de sus estrellas emergentes de los demócratas. Eso mismo reclaman los republicanos, que han cerrado filas en torno al presidente, quien disfrutó el domingo del día más dulce de su mandato.

“Han hecho tantas cosas malvadas”, dijo Trump desde la Casa Blanca aprovechando la ocasión para victimizarse una vez más. “Fue una narrativa falsa, una cosa horrible. No podemos permitir que le pase a otro presidente”.