La adhesión de Turquía al conflicto libio con efectivos en el terreno, apoyando a las fuerzas del gobierno de Faiez Serraj enfrentadas a las tropas del General Khafter, parece haber acelerado las negociaciones en favor de un alto el fuego. A estas está previsto que también se sume Rusia, aliado del mariscal Khafter. Las dos partes del conflicto, tras más de diez meses de enfrentamientos en una guerra sin cuartel, han decidido darse una tregua. Ahora bien, la pregunta es: ¿Hasta cuando?

Desde la desintegración del régimen de Muammar al-Gaddafi a finales del 2011, el control de los hidrocarburos por parte de las alianzas tribales anti-gadafistas (conservadoras) y de la órbita de Gadafi (liberales) no han facilitado el cese de la violencia. Las armas y las milicias han eclipsado cada uno de los procesos políticos que se emprendieron en Libia y cuyo colofón fue puesto por los milicianos de Misrata en el 2014 tras abortar las elecciones, bajo el argumento de "corregir la Revolución del 17 de Febrero". Ésta había permitido a los aliados del dictador continuar con buena parte de la explotación de los recursos energéticos sin que ello beneficiara a la sociedad.

La nueva escalada de hostilidades empezó el pasado mes de abril, cuando el hombre fuerte del país, el General Khafter, lanzó una nueva ofensiva para apoderarse de la capital, Trípoli, donde se sitúa la sede central de su gobierno rival, presidido por Fayez Serraj. Este fue auspiciado por Naciones Unidas y surgió de las negociaciones de Skhirat (Marruecos) en el 2015. La hegemonía territorial de Khafter se localiza en la parte este (Toubrouk) y sur (Fezzan) de Libia a través de "contratos sociales" alcanzados con las tribus locales.

Sin embargo, ha sido el respaldo político, militar y económico de países como Estados Unidos, los Emiratos Árabes, Francia, Rusia o Egipto los que han conseguido proporcionar al mariscal la fuerza aérea necesaria para imponerse progresivamente en el territorio libio. El muro de contención de las tropas de Serraj en la capital libia evitó el avance rápido de Khafter, aunque, eso sí, dejando un saldo de muertos de 1.500 personas, de los que 300 son civiles. Además, alrededor de 100.000 personas han abandonado sus hogares. Urge el final definitivo de las hostilidades y el reimpulso de un proceso de paz. La duración del conflicto, de momento, ha abierto las puertas de par en par a las actividades terroristas y el crimen organizado.