Maher Abdulaziz Mutreb aterrizó en Estambul el pasado 2 de marzo a las 3 de la madrugada y regresó a Riad, de donde venía, a las cinco de la tarde. Durante esas 14 horas, Mutreb, un alto cargo del Departamenteo de inteligencia saudí, estuvo en el consulado de su país junto con otros 14 hombres para recibir al periodista Jamal Khashoggi.

Los 15 son oficiales de alto rango dentro del Gobierno de Riad. Según las investigaciones, Mutreb era guardaespaldas personal de Mohamed bin Salmán, el príncipe heredero saudí y quien mueve los hilos en la monarquía del Golfo. Juntos, Bin Salmán y Mutreb habían viajado en visita oficial a varios países, España entre ellos.

Por ello, las investigaciones de la policía turca, cada día que pasa apuntan más y más alto: fuentes anónimas han asegurado a la prensa que la orden de asesinar a Khashoggi llegó desde la misma cúspide del poder en Riad. Bin Salmán y su padre, el rey Salmán bin Abdulaziz lo han negado en ya incontables ocasiones. El presidente estadounidense, Donald Trump, de momento, les cree y considera que podría ser una acción de un grupo de saudís que actuaron por su cuenta.

Pero los servicios de inteligencia de EEUU no están de acuerdo. The New York Times asegura que, dentro de la CIA cada vez son más las voces que creen que el culpable de lo ocurrido no es otro que Bin Salmán. Hasta hoy no hay pruebas que lo demuestran, dicen, pero en Arabia Saudí nada pasa sin que él lo ordene o, como mínimo, dé su consentimiento. Y Bin Salmán sostiene que la monarquía saudí desconoce lo que pasó ese 2 de octubre.

LOS HECHOS / Casi tres semanas después, hay muchas hipótesis y filtraciones. Lo seguro es que el periodista entró en el recinto consular ese martes 2 de octubre a la una del mediodía. Dentro, le esperaba el grupo de 15 hombres recién llegados de Riad, entre los que había, además, un médico forense, Salah al Tubaigy, entrenado, según se supo ayer, en Australia. Khashoggi nunca salió de esas instalaciones, al menos por su propio pie.

A partir de aquí, toda la información está pendiente de confirmación, proporcionada con cuentagotas -cada día una pequeña dosis más letal y extrema que la anterior- a la prensa turca e internacional. Según las filtraciones, Khashoggi fue llevado a una sala, donde fue torturado y descuartizado vivo. El trámite, ejecutado con un serrucho para cortar huesos que el médico forense había llevado especialmente para la ocasión, duró tan solo siete minutos: el justo tiempo que tardó el periodista en morir.

Una vez terminado el trabajo -realizado mientras sonaba música de fondo-, los saudís, supuestamente, pintaron las paredes manchadas de sangre y descuartizaron el cadáver para deshacerse de él. El paradero del cuerpo, hasta la fecha, es una incógnita. La Policía, que también investigó la residencia del cónsul saudí en Estambul, dijo ayer que extenderá las pesquisas a un bosque cercano a Estambul y a la ciudad de Yalova a unos 100 kilómetros de la capital cultural turca, donde una de las furgonetas de los saudís fue vista esa misma tarde.

REGISTRO POLICIAL / «Encontramos más pruebas del asesinato en el registro del consulado y ahora los equipos de investigación están preparándose para realizar excavaciones allí en caso de ser necesario», dijo una fuente policial al periódico oficialista turco Yeni Safak. Esta es la forma con la que el Gobierno turco intenta presionar al saudí para que esclarezcan lo ocurrido: oficiales anónimos aportan pistas a la prensa mientras el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, y otros altos cargos del país cuidan su lenguaje al extremo y no acusan a nadie: se limitan a decir que no pueden hablar mientras la investigación esté en curso.

Mientras, el escabroso caso está teniendo consecuencias diplomáticas en el ámbito económico. Varios ministros y responsables han excusado su presencia en la conferencia de inversores Future Investment Initiative que reunirá en Riad a políticos, empresarios y medios de comunicación de todo el mundo para discutir sobre la economía global.

Mientras, el caso sigue con su macabro devenir. De los 15 sospechosos de viajar a Estambul para asesinar a Khashoggi ya solo quedan 14. Según Yeni Safak, uno de ellos, Mashal Saad al Bostani, de 31 años y miembro de las fuerzas aéreas de su país, murió en accidente de tráfico.