La cólera ha estallado en Irán por la cada vez más precaria situación económica y la política de austeridad puesta en marcha por el presidente reformista, Hasán Rohaní, en el poder desde el 2013. La revuelta, que empezó el pasado jueves y que se ha saldado de momento con al menos 14 muertos, un número indeterminado de heridos y centenares de detenidos, y que continuó por quinto día consecutivo, tiene también ramificaciones políticas, como revela los gritos de «abajo con el dictador» de algunos manifestantes, en referencia al ayatolá Alí Jamenei, el verdadero hombre fuerte del régimen. La televisón iraní informó ayer de la muerte de un policía y de tres otros agentes heridos por disparos de una escopeta de caza en la ciudad de Najaf Abad, en la provincia de Isfahán. El resto de fallecidos se registraron el domingo, según informa la agencia Reuters.

La protestas, las más importantes que suceden en el país desde el 2009, afectan a decenas de ciudades, entre ellas las más importantes, como Teherán. Según la televisión estatal iraní, hombres armados, calificados como «contrarrevolucionarios», intentaron el domingo, sin éxito, asaltar comisarías de policía y bases militares. También afirmó que se prendieron fuego a edificios públicos, centros religiosos, coches de policías y a locales de los basidis, la milicia islamista del régimen. Los fallecidos, según medios oficiales, se registraron en las ciudades de Tuyserkon, Izeh y Dourad. En esta última, dos personas murieron tras colisionar el vehículo en el que viajaban con un camión de bomberos en manos de los manifestantes.

Pese a que Rohaní reconoció el derecho del pueblo a expresar su opinión, advirtió de que la policía mantendrá el orden en las calles. «Irán es una nación libre y, según las leyes constitucionales, el pueblo tiene derecho a expresar su crítica y su protesta», pero la finalidad debe ser «una mejora de la situación del país y de la vida de la población», dijo el presidente iraní. «Nuestra economía necesita una gran operación quirúrgica y debemos estar unidos. Criticar es totalmente diferente a utilizar la violencia», añadió.

Acuerdo histórico / Pero la población no nota mejoras desde de que en el 2015, tras la firma de un acuerdo histórico con las grandes potencias, la comunidad internacional levantó las sanciones al Estado persa por dar marcha atrás a su política nuclear. Muchos iranís se quejan que en vez de promocionar el empleo, el régimen se dedica a gastar en dinero en guerras externas, con el apoyo al régimen del presidente sirio Bashar al Asad, al Gobierno también chií de Irak o a la hutís en el Yemen.

La crisis no solo afecta a la población de menos recursos y a la también castigada clase media sino, de manera especial, a los jóvenes que a las fuertes restricciones que sufren en materia de derechos civiles se une la falta de trabajo. El desempleo afecta al cerca del 30% de los jóvenes iranís. «La vida es muy dura, los precios son cada vez más altos y nos están estrangulando. Mi marido es un funcionario público, pero su salario está lejos de ser suficiente para llegar a fin de mes», dice a las agencia Afp Farzaneh Mirzaie, de 42 años, madre de dos hijos.

Según los analistas, de momento, las fuerzas de seguridad mantienen en esta revuelta un perfil bajo, cierta contención, ante el temor de las autoridades de que una fuerte represión eche más leña al fuego. Una de las dificultades con las que se encuentra el Gobierno es que las protestas no parecen responder a un mando centralizado y único, sino que son convocadas a través de las redes sociales, de ahí que se hayan bloqueado de manera esporádica telegram o instagran o se haya impedido en algunas zonas la conexión de los móviles a internet.

Las protestas, que arrancaron el pasado jueves en Machad, la segunda ciudad del país, son las de mayor calado desde la revuelta protagonizada por el movimiento verde, nacido tras las elecciones presidenciales del 2009 que supusieron la reelección del entonces presidente iraní, el ultraconservador Mahmud Ahmadineyad, y que la oposición tildó de «fraudulentas». Las manifestaciones de entonces, que concentraron en Teherán a centenares de miles de personas, al igual que en otras ciudades, fueron fuertemente reprimidas. Aún así, las protestas se mantuvieron durante meses.