«Hemos escuchado hablar de la isla, pero no queremos ir», dice Anwara mientras saca un taburete y lo coloca frente a su tienda en el campo de refugiados de Kutupalong, en el sur de Bangladés. «Los bangladesís nos dicen que nos van a encerrar a todos en una isla», añade su marido. La isla es el rumor más extendido entre los rohinyás, que malviven hacinados en precarias chozas desafiando la gravedad de las frágiles colinas de barro. Unos hogares que no se construyeron para resistir el monzón, y que pueden convertirse en una trampa mortal en la estación de lluvias.

Cuando en el pasado septiembre aparecieron en estas tierras más de 700.000 refugiados, se asentaron de forma totalmente desordenada. Limpiaron cualquier tipo de vegetación, árboles y raíces que servían para sostener el subsuelo de estas elevaciones, que ahora es solo tierra que puede derrumbarse con las primeras lluvias. Prueba de ello es que las raíces de algunos árboles asoman al vacío en determinadas partes del campo.

«Estamos asustados, podemos tener inundaciones en los campos y desprendimientos porque mucha gente vive en lo alto de las laderas, y con las lluvias les caerán las casas», explica Mohammed Firaz, que es maji, uno de los portavoces de las comunidades en los campos.

El Gobierno de Bangladés ha encontrado una polémica solución para 100.000 rohinyás: los trasladará a la isla de Bashan Char, que significa literalmente «isla flotante». Cuentan los pescadores que emergió en el 2005 fruto de la acumulación de sedimentos, a pocos quilómetros mar adentro de Chittagong, en la bahía de Bengala. Pero hasta hace dos años era tierra de piratas, que usaban la isla como sitio donde retener a sus rehenes, la mayoría pescadores, mientras negociaban el rescate.

Para llegar a la isla hay que invertir un día de viaje, cogiendo varias combinaciones de transporte en las que se incluyen dos barcos y un tuk-tuk (las tradicionales motocicletas con un carruaje montado sobre dos pequeñas ruedas) que te cruce toda la isla precedente.

Lo primero que se avista de Bashan Char es la cincuentena de barcos atracados en su costa. Y a medida que te aproximas a la fangosa orilla, distingues una hilera de trabajadores que cargan voluminosos bultos en lo alto de sus cabezas. Descargan material de construcción de los barcos para las nuevas casas donde prevén trasladar en las próximas semanas a 100.000 rohinyás.

Bajar del barco no es tarea fácil, el barro hace de la orilla un terreno totalmente resbaladizo, pero la isla, formada por la sedición, tan solo se eleva unos pocos metros sobre el nivel del mar. El lugar es un continuo ir y venir de camiones, tractores y excavadoras. Las autoridades pelean contra el tiempo. El inicio del monzón es algo inminente.

«Tenemos que terminar antes de finales de abril. Estamos construyendo carreteras, 1.440 casas y 120 refugios para ciclones», explica Sharif, encargado de una de las 30 compañías que trabajan en la isla. Su empresa es bangladesí pero también hay compañías extranjeras, sobretodo chinas.

«Van a tener mejores casas que la mía, pero las estamos alzando varios metros del suelo, previendo posibles inundaciones», añade Sharif. Los pescadores dicen que hasta dos tercios de la isla suelen quedar sumergidos por la elevación de las mareas. Además con el temporal las barcazas no tendrán capacidad para acercarse a una isla que no dispone ni de agua potable ni de alimentos para subsistir.

Asilo en un tercer país

Nada hace pensar que una vez allí tengan la opción de salir. Oficialmente el Gobierno de Daca ha reconocido que solo podrán abandonar la isla para volver a su Birmania natal o si reciben asilo de un tercer país. «No es un campo de concentración, pero existirán restricciones», ha dicho el asesor presidencial Hossain Toufique Imam. Por tanto, la opción de trasladarse a la isla puede resultar tan peligrosa como quedarse en los campos o regresar a Birmania.

Hazi Mahbubul Bashar, de 68 años, está cansado de una vida forzosamente nómada. Es la segunda vez que ha huido de Birmania. «Si ahora me obligan a ir a la isla, me suicidaré», advierte contundente.