Pekín acelera la militarización de sus controvertidas islas artificiales en el mar del Sur de China sin el ruido mediático y diplomático de antaño. El foco global sobre Corea del Norte y la debilidad de Donald Trump despejan el camino chino hacia la ocupación de facto de su patio trasero a pesar de los pleitos territoriales con el vecindario.

Las imágenes de satélite corroboran los avances. China ha levantado en los últimos meses instalaciones que cubren 300.000 metros cuadrados en los archipiélagos de Spratly y Paracel, según los análisis de Iniciativa por la Transparencia Marítima de Asia (AMTI) del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales de Washington. Las nuevas estructuras revelan la voluntad de proteger esos islotes de cualquier contingencia bélica y los asemejan a portaviones inhundibles.

Desde enero ha empezado a levantar o ha completado edificios administrativos, hangares, silos de misiles, almacenes subterráneos y potentes radares. «Pekín continúa comprometido a avanzar a la siguiente fase de construir las infraestructuras necesarias para que funcionen plenamente como bases aéreas y navales», certifica el informe.La AMTI subraya las obras en Tritón, el punto más meridional de las Paracel y de gran relevancia estratégica porque ahí colecciona China incidentes con Vietnam y con EEUU.

Las revelaciones son escasamente sorprendentes. China ya mostró en octubre a sus cazas J-11B sobrevolando la zona y el mes pasado a sus bombarderos en lo que llamó «rutinarias patrullas aéreas de combate».

China ha insistido en que esas explanadas creadas a base de acumular arena en medio del océano cumplirán un valioso apoyo a la navegación internacional en una de las rutas más transitadas del mundo. Casi un tercio del comercio marítimo global, con un valor anual de cinco billones de dólares, pasa por las cálidas aguas del mar del Sur de China. Pekín lo reclama como suyo en su casi totalidad frente a las reclamaciones de Brunéi, Malasia, Filipinas, Taiwán y Vietnam.

La actitud china es algo confusa. Pekín se ha comprometido a no militarizarlas y también ha defendido su derecho a hacer lo que le plazca en su territorio. Las imágenes de satélite apoyan lo segundo. La militarización es la consecuencia evidente de los crecientes roces con los vecinos asiáticos y la atosigante presencia estadounidense en el Asia Pacífico.

Pasividad de Washington

Barack Obama multiplicó los llamados «ejercicios de libertad de navegación» que consistían en pasear periódicamente sus buques y aviones de guerra frente a las islas. El indisimulable objetivo era descomponer a Pekín, que los ve ilegales por violar su zona de exclusión marítima. El relevo de Trump y sus promesas electorales de prohibir el acceso de China a sus islas sugerían emociones fuertes.

La pasividad de Washington sobre el asunto es la factura por el apoyo chino en el conflicto con Corea del Norte. Tampoco ayuda la debilidad que mostró Trump cuando visitó Pekín recientemente durante el apogeo del Rusiagate. El millonario neoyorquino ni siquiera mencionó en público esas islas escasas semanas después de que su homólogo chino, Xi Jinping, advirtiera en el Congreso del Partido Comunista que las defendería a cualquier precio.