Un ambiente de euforia apenas disimulada prevalece en la sede del Ministerio de Exteriores israelí, del que es titular el primer ministro, Binyamín Netanyahu, después de que el presidente de Guatemala, Jimmy Morales, anunciara el pasado fin de semana el próximo traslado de la embajada guatemalteca de Tel-Aviv a Jerusalén, para el que Morales aún no ha fijado una fecha específica.

Tzipi Hotovely, la número dos del Ministerio de Exteriores, dijo el lunes que hay más de una decena de países dispuestos a seguir la estela de Guatemala. Aunque Hotovely no indicó con qué países está negociando Israel el traslado de la embajada, uno de ellos podría ser Honduras. Eso significaría que la unidad que ha mantenido la comunidad internacional se estaría resquebrajando.

Un funcionario del ministerio reconoce que las relaciones de Israel con la UE son «francamente malas» y que se han deteriorado sensiblemente en los últimos años, mientras que están floreciendo relaciones de Israel con numerosos países de África, América Latina y Asia.

PREMATURA / Hotovely declaró al diario Haaretz que las negociaciones de Exteriores con los países proclives a considerar la iniciativa israelí giran en torno a reconocer la capitalidad de Jerusalén, y no en lo que se refiere al traslado propio de las embajadas de Tel-Aviv a Jerusalén, un paso que Israel comprende que todavía puede ser prematuro para algunos países.

La semana pasada, Guatemala votó en la Asamblea General de la ONU en contra de condenar la declaración unilateral del presidente de EEUU, Donald Trump, el 6 de diciembre, reconociendo a Jerusalén como capital de Israel, junto con otros ocho países, entre los que figuran Honduras, las islas Marshall, Micronesia, Palau y Togo.

Tanto los palestinos como los jordanos han criticado la decisión de Guatemala. El titular de Exteriores jordano, Ayman Safadi, calificó ese paso de «absurdo» y de «violación del derecho internacional». Guatemala, sin embargo, no es el primer país que anuncia su intención de trasladar la embajada, puesto que hace solo unos días lo hizo el presidente de la República Checa, Milos Zeman, aunque por ahora solo se trata de declaraciones de intenciones.

La euforia israelí procede también del mensaje de Navidad que el pasado viernes dio el presidente palestino, Mahmud Abbás, y que los israelís consideran un auténtico regalo: que los palestinos abandonen el proceso de paz. Desde luego, Abbás no lo dijo con estas palabras, pero ese es el sentido que le dan en Israel. Los palestinos «no aceptaremos a EEUU como mediador en el proceso de paz, ni vamos a aceptar ningún plan que provenga de EEUU», dijo Abbás en su mensaje. En medios políticos israelís se considera que Abbás se ha subido a un árbol muy alto del que tendrá que bajar para poner los pies en la tierra y no aislarse aún más.

«Si hay un objetivo al que Netanyahu ha dedicado su carrera política es el de tratar de cortar las relaciones entre los estadounidenses y los palestinos. Y Abbás se lo está dando ahora, así de fácil», escribió el lunes un analista de Haaretz.

Después de la declaración de Trump del 6 de diciembre, Abbás ha pedido a Rusia, China y Francia que asuman sus responsabilidades para liderar una nueva iniciativa en el proceso de paz, una iniciativa que sustituya a la de EEUU, cuyos trabajos Abbás considera obsoletos y que no avanzan en ninguna dirección.