Israel endurece el confinamiento una semana después de imponerlo. Tras alcanzar los 7.500 contagios diarios en un país de nueve millones de habitantes, este viernes a las dos del mediodía han entrado en vigor medidas más restrictivas. El Estado hebreo busca controlar el aumento de casos de coronavirus al convertirse en uno de los países con mayor índice de morbilidad del mundo. Todos los negocios permanecerán cerrados, excepto los esenciales, y los israelís no podrán moverse a más de un kilómetro de sus hogares. Después de cuatro meses de manifestaciones contra Netanyahu, miembros de la coalición Azul y Blanco, su principal socio de Gobierno, han criticado las restricciones como una medida del mandatario para censurar las protestas.

El cierre no es un castigo, es un rescate; hago un llamamiento a todo el mundo para que cumpla las normas, ha tuiteado el primer ministro, Binyamín Netanyahu. El aumento de la oposición al mandatario por su pésima gestión de la pandemia, que ya se ha llevado más de 1.400 vidas israelís, ha puesto en duda sus buenas intenciones a la hora de endurecer el confinamiento. Mi único objetivo es preservar las vidas de todos los ciudadanos israelís, partidarios y oponentes por igual, ha publicado junto a una imagen de la bandera del país. Todos son mis hijos, todos me son queridos y quiero salvar la vida de todos.

Las nuevas medidas han reducido la actividad económica al mínimo y limitado los movimientos de la población. Este cierre ha entrado en vigor sin que la Knéset, el Parlamento israelí, aprobara las regulaciones específicas para sus partes más polémicas que, en esta nueva versión, incluyen las restricciones a los rezos y a las manifestaciones. Como la Knéset no se ha puesto de acuerdo en este punto, las manifestaciones semanales frente a la residencia de Netanyahu podrán continuar este sábado.

El partido de Bibi, el derechista Likud, ha anunciado la propuesta ante el Gabinete de Coronavirus de regulaciones de emergencia durante unos días para evitar manifestaciones masivas que harían que el público ignorara el cierre y pondría en peligro muchas vidas. Tras estas declaraciones, el ministro de Defensa, Benny Gantz, ha criticado el uso de mecanismos de emergencia por parte del primer ministro para limitar las protestas. La decisión sobre un confinamiento más severo se tomó para detener la propagación del virus, no para bloquear las manifestaciones, ha tuiteado el socio de Gobierno de Netanyahu.

OPOSICIÓN ULTRAORTODOXA

Este segundo confinamiento lleva generando polémica desde su entrada en vigor el pasado viernes 18 de septiembre. El cierre coincide con algunas de las principales festividades judías, como el Día del Perdón (Yom Kipur, del 27 al 28 de septiembre) y los Tabernáculos (Sucot, del 2 al 9 de octubre). Netanyahu ha defendido que el impacto económico será menor por tratarse de un periodo vacacional para la población, que ya cuenta con 62.913 casos de coronavirus activos tras superar los 217.00 en total desde el inicio de la pandemia. Según la principal economista del Ministerio de Finanzas, Shira Greenberg, el cierre costará a la economía más de 3.000 millones de dólares. Otras predicciones lo elevan hasta los 10.000.

La comunidad ultraortodoxa, una de las más afectadas por el virus, ha liderado las críticas del sector religioso por limitar los encuentros en sinagogas durante fechas tan señaladas. Ante un posible cierre de estos templos, los líderes religiosos han advertido de la posibilidad de subversión por parte de los feligreses si, en cambio, se siguen permitiendo las manifestaciones, aunque se haya demostrado un riesgo menor en actos al aire libre.