El primer ministro israelí, Binyamin Netanyahu, se ha salido con la suya después de años de batallar: La Kneset (Parlamento israelí) aprobó ayer, por 62 votos a favor y 55 en contra, de madrugada y tras un acalorado debate, la Ley Básica del Estado-Nación Judío.

La norma declara a «la Tierra de Israel como la patria histórica del pueblo judío» y a Israel como «el Estado-nación del pueblo judío», en referencia a todos los judíos del mundo. Los árabes israelís -palestinos que pudieron quedarse en Israel cuando se creó el Estado en 1948 y que representan el 21% de la población- y el resto de comunidades no judías quedan excluidos, ya que el Estado no se define como de todos sus ciudadanos.

La ley, que tiene rango constitucional, afirma que el derecho a la autodeterminación es exclusivo del pueblo judío y establece que Jerusalén, «completa y unida» (la parte Este está ocupada por Israel desde 1967 y fue luego anexionada), es la capital del Estado. Además, otorga estatus de idioma oficial solo al hebreo, despoja al árabe de esta condición y lo relega a «lengua con un estatus especial».

SÍMBOLOS NACIONALES / La legislación preserva como símbolos nacionales la bandera de Israel, la menorá (candelabro judío), el himno (la Hatikva), el calendario hebreo, el Día de la Independencia y las fiestas judías. También indica que «el Estado ve el desarrollo de los asentamientos judíos como un valor nacional y actuará para romover su establecimiento y consolidación».

El proyecto de ley votado por la Kneset es distinto al que Netanyahu y sus aliados habían tratado de aprobar. Varias de las cláusulas se moderaron para conseguir un apoyo más amplio.

A finales del 2014, el Gobierno de Netanyahu se desmoronó, en buena parte por el rechazo de sus socios de coalición, los entonces ministros de Justicia, Tzipi Livni, y de Finanzas, Yair Lapid, a la ley del Estado-nación judío. El resultado fue la convocatoria de elecciones anticipadas y la formación de un ejecutivo más derechista que ahora la ha aprobado.

Inicialmente, el proyecto de ley pretendía limitar las decisiones de los jueces del Tribunal Supremo, exigiéndoles que en sus sentencias predominara el carácter judío del estado por encima de su carácter democrático.

Cuando el proyecto recibió la luz verde del Parlamento, Netanyahu, afirmó: «Este es un momento decisivo: viva el Estado de Israel». «122 años después de que (Theodor) Herzl (padre del sionismo) diera a conocer su visión, con esta ley determinamos el principio fundador de nuestra existencia. Israel es el estado nación del pueblo judío y respeta los derechos de todos sus ciudadanos», aseguró Netanyahu, al que al salir de la cámara, diputados de la Lista Conjunta árabe lo increparon: «Habéis aprobado una ley racista», afirmaron n Ahmad Tibi y Aida Tuma-Suliman. «¿Por qué teméis a la lengua árabe?, preguntó Tibi. Netanyahu respondió, según testigos: «¿Cómo te atreves a hablar así sobre la única democracia de Oriente Próximo?»

El jefe de la oposición israelí, el laborista Isaac Herzog, señaló que «la cuestión es si la ley dañará o beneficiará a Israel. Espero que no dañemos el delicado equilibrio entre un estado judío y un estado democrático». El Comité Judío Americano (CJA) se mostró «decepcionado» porque la norma «pone en riesgo el compromiso de los fundadores de Israel con la construcción de un país judío y democrático». La Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y la Liga Árabe criticaron duramente la ley porque «legaliza oficialmente el apartheid».