Los electores italianos han dado una patada al sistema en las elecciones celebradas ayer, votando a los indignados del Movimiento 5 Estrellas (M5S), primer partido del país, y a la Liga, repetidamente calificada como xenófoba y antieuropeísta. Ambas fuerzas reivindican el derecho de gobernar, excluyendo una alianza euroescéptica entre ellas. La primera consecuencia de este terremoto político es la dimisión de Matteo Renzi como secretario del Partido Democrático (PD): «Ejerceré como senador simple, empezando desde abajo, con humildad».

La izquierda en todas sus conjugaciones ocupa el tercer lugar en las preferencias de voto y en muchas circunscripciones electorales ha desaparecido. Los resultados señalan también que Forza Italia, puesta en pie por Berlusconi en 1994 y que ha gobernado casi 20 años en coalición con otras formaciones conservadores, ha empezado a escribir el fin de sus días.

Por partidos, en el Congreso, los indignados han conseguido el 32,6% de los votos , los progresistas del PD el 18,7%, la Liga el 17,4 % y Forza Italia de Silvio Berlusconi el 14%.

Por coaliciones, en el Congreso el centroderecha ha alcanzado el 37,1%, los indignados (M5S) el 32,6% y el centro izquierda el 22,8%. El orden de las coaliciones tampoco cambia en el Senado: 37,4% al centroderecha, 31,9% al M5S y progresistas al 23,2%.

Los analistas no ven ninguna posibilidad de alcanzar una mayoría de Gobierno. De cara a la formación de un Ejecutivo, la única combinación posible para alcanzar una mayoría (316 escaños en el Congreso, 158 en el Senado) sería una alianza entre los indignados, los progresistas y los disidentes progresistas de Libres e Iguales. Es decir una alianza contra natura. Ningún otro tipo de combinación permite obtener una mayoría.

De hecho las expresiones más usadas por todos los comentaristas son, entre otras, «terremoto político», «patada al sistema», «fase política agotada», «victoria del euroescepticismo» y «país polarizado». Los analistas más creativos hablan de una Italia convertida en «experimento mundial» sobre las ruinas dejadas por la globalización .

«Ha sido una victoria extraordinaria que nos carga de orgullo y responsabilidad», declaró a media mañana Matteo Salvini, de la Liga, sonriente en su primera aparición en público, subrayando que ahora toca a la Liga «librar al país de la precariedad y de la inseguridad». Salvini reclamó el Gobierno para la coalición que comparte con otras fuerzas derechistas y se atribuyó «el derecho y el deber» de presidirlo, al haber adelantado en número de votos a la Forza Italia de Berlusconi,

«Los resultados nos dicen que somos una fuerza política que representa a toda la nación, lo que nos proyecta hacia el gobierno del país», dijo Luigi Di Maio, de 32 años y candidato a presidente del Gobierno por los indignados del M5S. «Hoy empieza la III República, la República de los ciudadanos», dijo en una breve comparecencia. Todos los demás partidos se encerraron en sus cuarteles de invierno. El terremotoe electoral barre a los europeístas de Emma Bonino y a los partidos independientes conectados con el progresista Partido Demócrico (PD).

Aún así, el presidente de la República, Serrgio Mattarella, deberá iniciar la exploración sobre posibles mayorías partiendo de los dos partidos que han ganado las elecciones, la Liga y el M5S.