Iván Duque decidió iniciar ayer su «conversacion nacional» para «pacificar» Colombia. Su primer encuentro ha sido con alcaldes y gobernadores electos en los comicios regionales de octubre. El apuro presidencial se ha hecho patente desde el momento en que comenzó a hablarse de «estallido social». La huelga general del jueves es el detonador de un movimiento telúrico que Duque no esperaba. El Gobierno de derechas se ha visto desbordado por los acontecimientos. «En el transcurso de la semana continuaremos diálogos con diferentes sectores sociales», prometió el jefe de Estado desde Twitter.

Miles de jóvenes se concentraron en la plaza de Bolívar de Bogotá para hacer resonar sus enseres en la noche del sábado. Previamente, la policía había dispersado a los manifestantes con gases lacrimógenos y bombas aturdidoras. Un joven ha resultado herido de gravedad por las fuerzas de seguridad. «He ordenado la investigación urgente de este caso para esclarecer rápidamente lo sucedido y determinar responsabilidades», dijo Duque.

De esta manera, Duque viene repitiendo a pie juntillas la misma hoja de ruta de su colega chileno Sebastián Piñera frente al conflicto social. De un lado, Piñera aseguró que sus oídos habían captado el clamor popular. Pero por el otro, se intensificó la represión a las manifestaciones. Según El Espectador, «es frustrante» que la respuesta del Gobierno colombiano «haya sido de retórica blanda».

El Gobierno está convencido «de que se están haciendo las cosas bien, que no hay necesidad de interpelar directamente las peticiones de los manifestantes y que todo se circunscribe a un asunto de orden público».

Diversos analistas coinciden que en Colombia tiene lugar un estallido social sin precedentes en la historia reciente. Aquello que comenzó con el llamamiento de las centrales sindicales y los estudiantes dio paso a una expresión de hastío colectivo.