Si Twitter es cada vez más la red de comunicados de los líderes políticos, Instagram se ha convertido en la forma de mostrarse más cercanos a sus seguidores. Jacinda Ardern, la joven primera ministra laborista de Nueva Zelanda, lo está elevando a niveles de maestria, sobre todo con la pandemia del coronavirus.

Ardern, que parece contar con ayuda para llevar la cuenta, alterna mensajes personales con la difusión de las medidas que adopta su gobierno, siempre en formato gráfico y pensado para el tamaño del móvil. Infografías estudiadas, fáciles de asimilar y leer, se dan la mano con avisos maternales que insisten en la importancia de cuidarse y respetar las normas ante el covid-19. E incluso con programas de podcasts con invitados para responder a preguntas de los ciudadanos.

La primera ministra -que aprendió los intríngulis del oficio político trabajando en el equipo del entonces primer ministro británico Tony Blair- ha mostrado su silla oficial vacía para alentar al confinamiento, el móvil infantil que presiden su mesa de despacho como muestra de teletrabajo, e incluso el taburete de la cocina, con la broma de nunca haber ocupado una silla tan baja.

Ha empleado el confinamiento en difundir conversaciones en vídeo con destacados líderes sociales nezelandeses, desde la experta en educación Suzy Cato al psicólogo Nigel Latta. O elogiar a la reina Isabel II -aún regente de la Commonwealth- por su preocupación por el territorio austral.

Entre sus mensajes para concienciar sobre el confinamiento, fotos en que retrata unos envases de comida dejados frente a la puerta de su casa por su madre, o también su discurso viral a los niños neozelandeses -ella fue madre durante su mandato- sobre el Conejito de Pascua (Easter Bunny) para animar a los pequeños a que colgaran sus dibujos en los balcones durante la Pascua confinada. O ha celebrado el Día de la Madre confinada con su madre en un escaparate leyendo.

En las historias, recurre a imágenes más personales, aunque no suele posar ni con sus colaboradores ni con la familia. A la pequeña Neve Ta Aroha, su bebé, ni se le ha visto, pero en cambio no duda en mostrar que es humana, y también se mancha con los restos biológicos de su criatura.