Cuando Jacinda Ardern fue elegida primera ministra de Nueva Zelanda, en octubre del 2017, se convirtió en la mujer más joven en el mundo en liderar un Gobierno. Tenía 37 años. Hoy, tres intensos años más tarde, en los que ha sido madre y ha tenido que lidiar con crisis como la del atentado supremacista de Christchurch o la pandemia del coronavirus, ha sido reelegida con una holgada victoria en las elecciones generales celebradas este sábado.

En el 2017 (en Nueva Zelanda, los comicios son cada tres años), la dirigente laborista, en aquel momento prácticamente una desconocida, quedó en segundo lugar en los comicios por detrás del conservador Bill English, quien llevaba casi una década en el Gobierno. Sin embargo, un pacto con los nacionalistas de New Zealand First y el Partido Verde la catapultó al Ejecutivo de este país oceánico de cinco millones de habitantes. En esta ocasión no necesitará negociar con ninguna fuerza ya que, con el 90% de los votos escrutados, ha obtenido el 49% de los votos, lo que le daría 64 escaños de los 120 que tiene el Parlamento neozelandés.

La principal fuerza opositora, el conservador Partido Nacional de Judith Collins, ha logrado 35 diputados (27% de los votos); mientras que los Verdes, que han gobernado en coalición con los laboristas en la pasada legislatura, han obtenido 10 escaños (7,5% de los votos), los mismos que el liberal ATC (8%), y el Partido Maorí, un escaño (1% de los votos). Los populistas de Nueva Zelanda Primero, también miembros de la coalición de gobierno, se han quedado sin representación.

LENGUA MAORÍ

"En los próximos tres años -en Nueva Zelanda se celebran comicios cada tres años- hay mucho que hacer. Nos reconstruiremos de la crisis del covid mejor y más fuertes", ha declarado la vencedora ante sus eufóricos seguidores en la ciudad de Auckland, en un discurso que ha iniciado en lengua maorí.

Su carácter empático y su buena gestión de la crisis sanitaria han contribuido a la victoria electoral de Ardern, quien durante su juventud trabajó en una cocina popular en Nueva York y en un equipo de consultores para el entonces primer ministro británico Tony Blair. Tiene un buen manejo de las redes sociales, hasta el punto de que la llaman "la primera ministra de Facebook". En Instagram suele colgar fotos domésticas con su pareja, el presentador de radio y televisión Clarke Gayford, pero nunca de su hija, Neve, que en junio cumplió dos años. Y tras decretar el cierre del país el pasado 25 de marzo, cuando solo había seis casos y ningún fallecido, Ardern se dirigió a la nación a través de un directo de Facebook después de acostar a su pequeña para trasladar su comprensión con la ansiedad que pudieran sentir los ciudadanos y pidió disculpas por una medida tan drástica.

REDUCCIÓN DEL 20% DEL SALARIO

La consecuencia de confinar el país en un estadio muy embrionario de la epidemia -con clausura total de fronteras y estrictas medidas de contención- ha sido un impacto muy limitado del coronavirus, con 1.872 casos y solo 25 muertos. Además, en solidaridad con los trabajadores afectados por las consecuencias de la crisis sanitaria, la política laborista anunció en abril que tanto ella como el resto del Gabinete se bajarían el sueldo un 20% durante seis meses.

Tras declarar al país "libre de covid" y volver a la práctica normalidad el 9 de junio, la primera ministra volvió a confinar la ciudad de Auckland, la más grande de Nueva Zelanda a principios de agosto por un brote en cuatro miembros de una misma familia y retrasó un mes las elecciones, previstas en un principio para el 17 de septiembre.

Pero la buena gestión de la pandemia no ha sido su único éxito. El tacto con el que enfrentó la masacre en dos mezquitas de la ciudad de Christchurch en marzo del 2019, en la que el supremacista blanco Brenton Tarrant asesinó a 51 personas e hirió a decenas más, también le ha valido numerosos elogios. Además de transmitir un mensaje de unidad y respeto hacia la comunidad musulmana (se puso un 'hiyab' durante su visita a los supervivientes y a los familiares de las víctimas del ataque), logró sacar adelante en un tiempo récord un proyecto de ley para prohibir la venta de armas automáticas y semiautomáticas como las que usó el terrorista, de quien se niega a pronunciar su nombre. "Muchos de los que esta mañana se han visto directamente afectados por este tiroteo pueden ser inmigrantes en Nueva Zelanda. Pueden ser incluso refugiados que han elegido Nueva Zelanda como su hogar. Porque este es su hogar. Ellos son nosotros", dijo Ardern en un emotivo mensaje tras los atentados.

La dirigente se autodefine como feminista, socialdemócrata, progresista y republicana, en un territorio que tiene como jefa del Estado a la reina de Inglaterra. Además, defiende el derecho al aborto, la defensa del matrimonio entre personas del mismo sexo, la legalización de la marihuana y la defensa de la universidad gratuita para todos los neozelandeses.

CRISIS HABITACIONAL Y POBREZA INFANTIL

En el balance negativo pesa el incumplimiento de algunas de sus promesas electorales, como la de solucionar el difícil acceso a la vivienda o las bolsas de pobreza. También se le reprocha no haber hecho suficiente para atajar la pobreza infantil. La directora ejecutiva de Unicef en Nueva Zelanda, Vivien Maidaborn, sostiene que los "neozelandeses blancos tienen una experiencia de vida muy diferente a la de los ciudadanos maorís o de los pueblos del Pacífico". Una experiencia que se ha visto magnificada con la pandemia.

En esta nueva legislatura, Ardern tendrá que enfrentar la peor recesión económica en décadas del país derivada de la crisis sanitaria, que ha provocado una ingente pérdida de ingresos del turismo. Entre abril y junio, el PIB se contrajo un 12,2%, tras 11 años de crecimiento económico.