Corea del Norte cuenta con misiles diseñados para regatear los sistemas de defensa japoneses. La revelación del ministro de Defensa, Takeshi Iwaya, subraya los riesgos del estancamiento del proceso de desnuclearización y evidencia el nerviosismo de Tokyo frente a la flema de Washington. Los japoneses, al fin y al cabo, están mucho más cerca de las lanzaderas norcoreanas que los estadounidenses y ya han visto algún misil volar sobre sus cabezas.

La nueva amenaza llega tras el análisis de los últimos misiles. Los expertos japoneses han detectado una inédita trayectoria irregular que dificultaría su destrucción por las plataformas Aegis que Japón y Estados Unidos han desplegado en el mar Oriental. Los escudos cuentan con radares para detectar lanzamientos hostiles que se complementan con la información recogida por una red de satélites y una batería de misiles interceptores montados en camiones o barcos. Pero sus algoritmos presumen vuelos lineales y predecibles.

Dos años atrás, cuando Corea del Norte y Estados Unidos se intercambiaban diarias amenazas de destrucción inminente, los escudos antimisiles recuperaron una atención inédita desde los crudos tiempos de la guerra fría. Ronald Reagan emprendió su utópico programa para blindar a Estados Unidos y sus aliados de cualquier proyectil soviético y Washington ha destinado desde entonces cientos de miles de millones de dólares con generosas partidas de Obama y Trump.

RESULTADOS CUESTIONABLES

Washington ha rentabilizado la inversión con el comprensible miedo de los vecinos de Corea del Norte. Esta semana, en plena vorágine misilística, Tokyo le ha comprado equipamiento para sus escudos por valor de 3.300 millones de dólares.

Los sistemas Aegis, en cualquier caso, han mostrado resultados cuestionables. Han abatido 35 de 42 misiles en ensayos practicados en condiciones ideales y es previsible que los aciertos bajen en un escenario bélico.

Tampoco tranquilizan los esfuerzos norcoreanos para complicar la labor de defensa. En las últimas semanas probó una lanzadera múltiple que podría saturar las capacidades de los escudos y el análisis de imágenes de satélite sugiere que está construyendo un submarino. Los lanzamientos bajo el agua evitan la fiscalización satelital y son muy difíciles de detectar por anticipado.

Las siete pruebas con misiles de corto alcance en un mes indican que la paciencia norcoreana por la falta de avances en el proceso de desnuclearización languidece. Son llamadas de atención para que Washington coloque el asunto entre las prioridades de su agenda pero también permiten que Corea del Norte refine su arsenal. Esa febril actividad permite interpretaciones opuestas. A un lado está Trump, quien ha desdeñado esos misiles como pasatiempos de Kim Jong-un. "Ha sido muy directo conmigo Le gusta probar misiles pero nosotros nunca hemos hablado de prohibir los de corto alcance", aclaró esta semana. Y al otro lado están sus asesores de seguridad, todos los expertos, Japón y la ONU, por hacer la lista corta.

Kim Jong-un se comprometió con Trump a evitar los ensayos nucleares y los misiles de larga distancia con teórica capacidad de golpear Estados Unidos. Pyonyang ya ha sugerido que se replanteará esa restricción y ha dado a Washington hasta fin de año para alcanzar algún resultado tangible.