James Comey, el director del FBI al que Donald Trump despidió en mayo del año pasado, no puede asegurar que el presidente haya violado la ley. Deja eso en manos de Robert Mueller, el fiscal especial nombrado tras su cese fulminante para investigar el Rusiagate. Pero en Una lealtad superior, su libro de memorias, Comey hace un devastador retrato moral de Trump, un líder al que compara con capos mafiosos y al que acusa de no tener valores éticos ni respeto a las instituciones y a la verdad.

Aunque el libro sale a la venta el martes, varios medios se han hecho ya con ejemplares. Y se anticipó la guerra que se esperaba a partir de mañana, cuando ABC emita la primera entrevista de la gira promocional de Comey. Trump ya tuiteó ayer furioso, acusándole de haber mentido bajo juramento y de filtrar información clasificada, y llamándole «gusano». El Comité Nacional Republicano ha lanzado una web atacando también al antiguo republicano. Y hay orquestada una campaña mediática conservadora para contrarrestar las apariciones, declaraciones y entrevistas de Comey.

Los medios de EEUU ya están llenos de pasajes de las 304 páginas y algunos es seguro que van a sacar de quicio a Trump. En especial, aquellos en los que Comey cuenta que el presidente, obsesivamente y al menos cuatro veces, intentó que el director del FBI probara como falsas acusaciones del llamado dosier ruso preparado por el exespía británico Christopher Steele. En él se recoge que Trump estuvo con prostitutas rusas en un hotel de Moscú y les instó a hacer una lluvia dorada en la cama donde habían dormido Barack y Michelle Obama.

Contando los detalles de esa supuesta cita, las explicaciones de Trump de que era impensable que hubiera ocurrido por su fobia a los gérmenes y su empeño en que lo desmintiera porque «le molestaba que hubiera incluso el 1% de posibilidades de que Melania pensara que era verdad», Comey demuestra que sabe cómo meter el dedo en la llaga.

Control absoluto / Pero su libro va más allá del morbo. Profundiza en episodios que ya narró ante el Congreso, como la petición de Trump de que «dejara pasar» la investigación de Michael Flynn, entonces asesor de seguridad nacional y luego imputado por Mueller. Y compone un demoledor retrato de una presidencia que define como un «incendio forestal» y de un presidente que «ha creado un capullo de realidad alternativa en la que va metiendo a todos» y que le despertó recuerdos de la Mafia que conoció en su época como fiscal. «El pacto de silencio. El jefe en control absoluto. Los juramentos de lealtad. La visión de un mundo nosotros contra ellos. La mentira sobre todo, lo pequeño y lo grande, al servicio de algún código de lealtad que pone a la organización sobre la moralidad y la verdad».

Comey apunta a la responsabilidad de los republicanos: «Callan mientras un presidente busca sin pudor minar la confianza pública en instituciones de ley que se establecieron para mantener controlados a nuestros líderes». Alerta de que «lo que está pasando no es normal. No son noticias falsas. No está bien». Y sentencia en el epílogo: «Este presidente no es ético, está desvinculado de la verdad y de valores institucionales. Su liderazgo es transaccional, dirigido por el ego y construido sobre la lealtad personal».