John Cantlie es alto, delgado y bromista. A diferencia de la mayoría de los rehenes occidentales que estuvieron en poder de Estado Islámico, no posee un denso currículo en la prensa internacional, sino que llegó al fotoreporterismo de guerra desde el sector del periodismo del motor, donde ocupó varios cargos en revistas especializadas en motocicletas. Es un comunicador nato, dotado de extraordinario talento para contar historias y atrapar a una audiencia, habilidad que posteriormente sería aprovechada por sus captores para que realizara una serie de vídeos propagandísticos en su favor. En Alepo, cuando se hacía oscuro, no había luz y no había nada que hacer aparte de tumbarse sobre las mantas y dormitar hasta el amanecer, él y algún que otro rehén anglosajón se turnaban para amenizar la tarde-noche a los demás contándoles unas apasionantes historias que se inventaban en aquel mismo instante.

Cantlie es uno de los últimos rehenes en poder de las huestes de Abú Baqr al Bagdadi. Las autoridades británicas y las milicias kurdosirias creen que el fotógrafo, capturado en el 2012, está aún vivo en manos de sus secuestradores, quienes estarían intentando negociar pasaje libre a cambio de su liberación. Su familia y amigos, en especial su hermana Jessica, se han movilizado y piden en las redes sociales información sobre su paradero.

ENTENDER LA FILOSOFÍA

Desde el principio del cautiverio, Cantlie entendió mejor que ningún otro rehén la filosofía y los principios que empujaban a los secuestradores, y supo adaptarse como nadie a las circunstancias. Sabía qué buscaban los captores, qué actitudes respetaban, y qué comportamientos despreciaban. Detentar el mismo pasaporte también ayudaba a entenderlos mejor. Al fin y al cabo, los combatientes que gestionaban el macrosecuestro eran británicos, sus paisanos y habían crecido en el mismo país, en paisajes urbanos y ambientes muy similares. "No son más que londineses", llegó a decir en alguna ocasión.

Amante de las motocicletas de carreras, John adora sentir la adrenalina circulando por sus venas, incluso cuando su libertad se halla comprometida. En enero del 2014, las milicias de Estado Islámico fueron expulsadas del noroeste de Siria por grupos armados rivales, y los secuestradores se vieron obligados a organizar la compleja operación logística de trasladar a una veintena de rehenes hasta Raqqa, su capital entonces, utilizando rutas desérticas y caminos secundarios.

El sonido de los tiroteos ya estaba muy cercano y durante la apresurada evacuación, John fue introducido a toda prisa en la parte posterior de una camioneta, esposado a otro rehén de nacionalidad francesa y con una manta cubriéndole la cabeza. El vehículo arrancó y por primera vez en muchos meses, el fotógrafo británico sintió el aire fresco golpeándole el cuerpo y hasta el rostro. Su satisfacción fue tal que emitió un ostentoso sonido gutural mientras la camioneta avanzaba a gran velocidad en dirección hacia el este: "¡¡Yuhuuuu!!".

EXCELENTE 'COACH'

John es un excelente coach, y consciente de su savoir faire, repartía consejos entre sus compañeros de cautiverio con el fin de hacer más llevadera aquella dramática experiencia. Recomendaba evitar los altibajos emocionales, controlar la inevitable euforia que seguía a la recepción de alguna buena noticia desde el exterior, para así evitar con posterioridad la aparición de posibles episodios depresivos. "Todo lo que sube baja", repetía. Al ser uno de los rehenes de más edad, poseía una gran autoridad moral entre el resto del grupo, erigiéndose en uno de sus referentes.

John hablaba con gran cariño de su novia, Charlotte Stockting, una alta ejecutiva en la edición británica de la revista ¡Hola!' con la que vivía en una casa del sur de Londres. "Mi novia defiende a sus empleados como nadie, y viaja especialmente a Madrid para negociar sus bonus y subidas de sueldo; y gracias a las exclusivas que gestiona la edición británica de ¡Hola!, viven el resto de las revistas del grupo, aunque sea una marca española", llegó a comentar, con un indisimulado orgullo.