El Reino Unido se irá de la Unión Europea el 31 de enero. Tras el amplio respaldo obtenido este viernes por el primer ministro británico, Boris Johnson, en la primera votación de la ley de divorcio, el proceso parece finalmente bien encauzado. Sin embargo, las aguas vuelven a bajar revueltas tras el golpe de timón dado por el conservador británico al anunciar -cuando todavía no hay mandato europeo ni han arrancado las conversaciones- que impedirá por ley prorrogar el período transitorio previsto en el acuerdo de retirada de la UE, que expira el 31 de diciembre del 2020.

Esto significa que la nueva relación tendrá que negociarse en un plazo de once meses. Un margen temporal excesivamente «rígido» para los estándares de Bruselas. El pacto cerrado con los países de Mercosur, por ejemplo, necesitó veinte años. «El calendario que tenemos por delante es extremadamente desafiante. Nos deja muy poco tiempo. En caso de que no podamos concluir un pacto para finales del 2020, nos encontraremos en una situación al borde del precipicio», avisaba esta semana la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.

«No creo que la UE debiera aceptar esto, sobre todo porque no es un buen augurio ante otros problemas de implementación. Si el Reino Unido ya está probando cuáles son los límites de lo permisible en virtud del acuerdo de retirada ¿Qué más podrían intentar hacer?», se pregunta el director académico del Instituto Europeo de la UCL, Piet Eeckhout, sobre la decisión de Boris Johnson de no extender el período transitorio.

La sensación entre otros académicos, en cambio, es que Londres no tendrá más remedio que pedir más tiempo. «Ha dicho que no lo va a hacer pero sabemos que no tiene ningún problema en cambiar de opinión y con una mayoría absoluta en el Parlamento, aunque ahora o en junio diga que no, puede cambiar la ley y pedirla en noviembre. La UE lo aceptaría. Lo que le interesa es una relación futura bastante cercana y eso requiere un acuerdo más ambicioso que no se puede hacer en 11 meses», explica Federico Steinberg, investigador principal del Real Instituto Elcano.

En su opinión, Johnson mantendrá el discurso del Get brexit done pero si tiene que modificar de postura lo hará. «Ya dijo que antes de pedir una prórroga preferiría estar muerto en una zanja y luego la pidió. Es muy pragmático. Tiene pocos principios lo cual es bastante útil para negociar». Para la directora ejecutiva del Instituto europeo de la UCL, Uta Steiger, «la presión del tiempo va en contra» de los intereses de Johnson y «si quiere atenerse a su calendario tendrá que ceder a más demandas de las UE de las que idealmente le gustaría pero aún así será un negociador formidable», augura.

Bruselas está preparada para presentar el mandato negociador -bajo el liderazgo de nuevo de Michel Barnier- tan pronto como se ejecute el divorcio, el 1 de febrero. Su intención es concentrar los esfuerzos en aquellas áreas que considera cruciales para la futura relación como un pacto comercial o ámbitos como la seguridad, aunque otros elementos tendrán que quedar aparcados.

ÁMBITOS INNEGOCIABLES / Uno de los ámbitos innegociables será, en cambio, el mantenimiento de los estándares regulatorios en materia medioambiental, social, de fiscalidad o ayudas de Estado de forma que Londres no se convierta en el futuro en una especie de Singapur que haga competencia desleal a una Europa unida. «Un terreno de juego equilibrado sigue siendo imprescindible para cualquier relación futura», recordaba este viernes el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel.

«Va a ser más complicado pero ya sin la sensación de incertidumbre absoluta, de parálisis», sostiene Steinberg sobre la nueva etapa que se abre en el añlo 2020 pero sin descartar que acabe llegando un brexit duro. Sin acuerdo en el horizonte, las relaciones entre ambos bloques pasarían a estar reguladas por la Organización Mundial del Comercio lo que significa aranceles y la incógnita de cómo afectarán aunque qQuien más sufriría la situación sería, según von der Leyen, el Reino Unido porque la UE seguirá beneficiándose «del mercado interior, la unión aduanera y los 700 acuerdos comerciales internacionales» firmados con países de todo el mundo.