La estrategia de Boris Johnson para el brexit, amenaza con estallarle en las manos. En otra jornada enloquecida, caótica y sin sentido en la política británica, el Parlamento de Westminster se estrenó tras el receso estival propinando el primer golpe contra Johnson. Estaba previsto que el primer ministro perdiera la votación, que alió a todo el espectro de la oposición, con los laboristas al frente, y un grupo de algo más de una quincena de rebeldes conservadores. El Gobierno habría perdido el control de la agenda para organizar la salida de la Unión Europea. La derrota, sin confirmar al cierre de esta edición, abre la puerta al debate y votación este miércoles de una nueva legislación que impida un brexit sin acuerdo.

La propuesta reclama una ampliación del Artículo 50 de tres meses, hasta el 31 de enero, si no hay pacto con Bruselas para el 19 de octubre. El segundo golpe puede llegar de mano de los laboristas, si estos se niegan a la celebración de elecciones anticipadas.

LA DESERCIÓN / En la Cámara de los Comunes, cuando Johnson comenzó a hablar, en una sesión retransmitida en directo al país, las cámaras captaron cómo uno de sus diputados, Phillip Lee, cruzó la sala delante de él, para sentarse en el banquillo de los Liberales Demócratas. «El partido al que me uní en 1992 no es el mismo que dejo ahora», decía en su carta explicando la fuga.

La formación «está infectada con la doble enfermedad del populismo y el nacionalismo inglés». El Gobierno acababa de perder la mayoría con la que malamente se sostenía. A esa pérdida hay que sumar los diputados rebeldes expulsados del grupo parlamentario y del partido por votar junto a la oposición. Una medida sin sentido cuando Johnson necesita de todos los votos posibles para poder convocar unas elecciones generales.

En su intervención, Johnson acusó a la oposición de socavar con su ley para bloquear un brexit sin acuerdo, poniendo en peligro los supuestos avances británicos con los negociadores comunitarios, progresos de los que no supo dar detalle. Calificó la propuesta como, «la ley de la rendición de Jeremy Corbyn», y le acusó de «izar la bandera blanca» ante la Unión Europea. La ley supondría forzar al Reino Unido a «suplicar» un aplazamiento. «Bajo ninguna circunstancia aceptaré nunca algo así», añadió, antes de pedir a los diputados que votaran contra la moción. Corbyn criticó el uso del término «rendición», porque el Reino Unido no está en guerra con la UE. «Su gobierno no tiene mandato, ni moral, ni ahora mayoría», le reprochó.

Johnson consideraría la derrota como un voto de censura y su plan es ir inmediatamente a unas elecciones anticipadas, a celebrar presumiblemente el 14 de octubre. Pero el primer ministro no puede convocar los comicios por su cuenta. Para hacerlo necesita los dos tercios de los 650 diputados en la Cámara de los Comunes. Eso requiere el apoyo de Corbyn, quien el lunes parecía estar dispuesto a ir a las urnas, pero ayer los laboristas dudaban en tomar esa vía y, sin rechazarla, daban prioridad a bloquear el brexit sin acuerdo. Temen que Johnson fije la fecha del 14 de octubre para la elección y luego la cambie, después de que el Parlamento haya sido disuelto, de forma que la cita en las urnas tenga lugar cuando el Reino Unido ya haya salido sin acuerdo el 31 de octubre. «No estamos tratando con gente normal», declaró la laborista Shami Chakrabarti, aludiendo a la trampa. El jefe de disciplina, Nick Brown, aseguró que no irán a por una elección anticipada. «Queremos que Johnson se cueza en su propio juego».

LA GUERRA CIVIL / La falta de escrúpulos de un Gobierno obsesionado con el brexit a cualquier precio, su agresividad, la decisión de cerrar el Parlamento y la expulsión de los conservadores que no apoyen su plan, ha abierto una guerra civil en el partido de Winston Churchill. Su nieto, el diputado Nicholas Winston Soames, votó con los rebeldes. Su expulsión es algo impensable. Otro rebelde, el exministro de Finanzas, Phillip Hammond, abandonó su habitual tibieza. «Voy a defender mi partido contra recién llegados, gente en el corazón del Gobierno que ni siquiera son miembros del Partido Conservador», declaró, refiriéndose sin nómbrale a Dominic Cummings, el asesor todopoderoso de Johnson, que mueve los hilos e impone disciplina dictatorial. La respetada diputada, Justine Greening, anunció que no se presentará a la próxima elección. Otros dos colegas tomaron el mismo camino.

La batalla contra la suspensión del Parlamento se libra también en varios tribunales. Durante la vista en Edimburgo se supo que Johnson tomó la decisión de cerrar el Parlamento a mediados de agosto, casi dos semanas antes de hacerlo público y a pesar de que Downing Street negara tal plan. Johnson no quiso someter al juez una declaración bajo juramento.