Boris Johnson no se conformará con gobernar. Con un enorme poder en sus manos, se propone sacudir los cimientos de las instituciones públicas británicas, hasta dejarlas irreconocibles. La maquinaria estatal pasará a estar al servicio de sus intereses y prioridades. Los planes incluyen una reforma sin precedente del servicio público, con la revisión del sistema de contratación y despido de los funcionarios. Bajo el programa ideado por el principal asesor de Johnson, Dominic Cummings, el hombre en la sombra detrás de la victoria en el referéndum de Europa, el funcionariado, hasta ahora un cuerpo prestigioso e independiente del gobierno de turno, deberá asumir la reforma de Johnson.

Lo filtrado desde Downing Street a la prensa conservadora, avanza que habrá ministerios y departamentos que desaparecerán, y se crearán otros nuevos.

La independencia de la BBC, un medio considerado hostil por Johnson, también peligra. El Gobierno propondrá que deje de ser ilegal negarse a pagar la cuota actual de 154,40 libras al año (185,15 euros) en cada hogar con un aparato de televisión.

FIDELIZACIÓN / Hoy está previsto que Johnson haga una pequeña remodelación de su gabinete, en los ministerios de Cultura y de Gales. Un parche para cubrir bajas hasta que esté concluido el acuerdo del brexit el 31 de enero. Superada esa prioridad, el gran cambio llegará en febrero, cuando se calcula que un tercio de los actuales ministros será cesado. Johnson quiere un Ejecutivo que marque claramente el inicio de una nueva era y librarse de algún lastre.

Los designados, según el plan de Cummings, podrían ser colaboradores y expertos externos. La disciplina y subordinación a los planes de Johnson seguirá siendo inapelable, como hasta ahora.

El jueves, en el discurso de la Reina, el primer ministro incluirá en su programa de gobierno el proyecto para que los terroristas cumplan «cada día», en la cárcel de la sentencia que se les imponga, algo que ya anunció tras el último atentado en el puente de Londres.

También por ley se comprometerá a establecer un fondo para alimentar los próximos años el mantenimiento del sistema de sanidad pública (NHS), una de las máximas preocupaciones de los tradicionales votantes laboristas, que está vez votaron tory. Una clientela en el norte de Inglaterra, que Johnson quiere fidelizar. A ellos iría destinado un presupuesto extra para transformar la red de carreteras y transporte de aquella zona del país.

Donde no las tiene todas consigo es en Escocia, donde ayer, la la ministra principal, la nacionalista Nicola Sturgeon, le advirtió r de que «Escocia no puede ser prisionera» de Reino Unido después de que Johnson descartara un segundo referéndum como el que pide el Partido Nacional Escocés.

Johnson hará a su modo y manera, aprovechando que no tendrá oposición a sus planes en la Cámara de los Comunes. El Partido Laborista se halla en coma. El alcalde de Londres, Sadiq Khan, responsabilizó a Jeremy Corbyn del resultado «catastrófico para el laborismo», con la pérdida de 59 escaños. «Si somos realmente honestos con nosotros mismos, sabíamos en nuestros corazones que el liderazgo de Jeremy Corbyn era profundamente impopular con los británicos», escribe Khan, pendiente de los comicios municipales de mayo.

LONDRES, CON EL LABORISMO / Londres, proeuropea, y multicultural, fue una vez a contracorriente. Los laboristas siguen dominando Londres y sus suburbios, con 49 del total de los 73 diputados que tiene asignada la metrópoli. Ese triunfo «no es un consuelo», afirma el alcalde laborista.

Khan pide, al igual que otros muchos, que Corbyn se marche «rápidamente», pero él se resiste. Presumiblemente dimitirá a principios del año que viene, aunque en su entorno sugieren que podría seguir varios meses aún. La carrera por la sucesión llevará un total de doce semanas. Seis diputadas y un diputado se vislumbran como aspirantes. En un par de artículos publicados ayer, Corby lamenta la derrota. «Admito mi parte de responsabilidad», acierta a reconocer. Pero insiste en que sigue estando «orgulloso» de su campaña. «No hay duda de que nuestras propuestas son populares», sostiene.

Los próximos días no serán fáciles para él. Mañana, cuando reanude las tareas la Cámara de los Comunes, presidirá una reunión con su grupo parlamentario, diezmado y furioso. El miércoles se las verá con un primer ministro exultante en la sesión semanal de control. Para colmo, el jueves deberá a acompañar a Johnson, en el tradicional paseo, camino de la ceremonia del discurso de la Reina.