«Aquí está mi pasaporte, sano y salvo». Parado sobre una tarima en el coqueto barrio de Las Mercedes, Juan Guaidó exhibió ante los manifestantes su documento como prueba de una victoria política frente al Gobierno de Nicolás Maduro. El joven líder parlamentario que fue reconocido como presidente «encargado» por EE.UU y unos 50 países, tenía prohibido salir del país por orden judicial. Sin embargo, burló esa disposición la semana pasada en el marco del fallido intento de abrir un canal humanitario en la frontera.

Desde Colombia inició una gira sudamericana durante la cual recibió la bendición de distintos presidentes de derechas, desde Jair Bolsonaro y Mauricio Macri a Sebastián Piñera, entre otros. En Ecuador, su última escala, anunció el domingo su retorno y se encendieron las alarmas. ¿Podría entrar?, se preguntaron propios y extraños. Los analistas empezaron a conjeturar: si Maduro arrestaba a Guaidó podría enfrentar un problema internacional mayor. De hecho, mientras el «presidente encargado» se preparaba para el regreso, se conocieron las advertencias de EEUU, la UE y Brasil. El Gobierno se abstuvo de detenerlo cuando aterrizó en el aeropuerto internacional Simón Bolívar de Maiquetía. «Bienvenido presidente», dijo que lo saludaron los funcionarios de Migraciones. Fue algo más que una recepción «con mucho cariño». De acuerdo con Guaidó, quedó en evidencia que «la cadena de mandos está rota».

La principal autoridad de la Asamblea Nacional (AN) no estuvo sola en el aeropuerto. Lo estaban esperando seguidores y parte de la comunidad diplomática que ya lo reconoció como la actividad ejecutiva interina. Con ese doble anillo de protección, Guaidó se sintió ganador. «Estamos aquí, Venezuela. Vamos a lograr el cambio muy pronto», dijo apenas traspasó la Aduana.

La posibilidad de que no fuera arrestado en Maiquetía había sido insinuada por la vicepresidenta Delcy Rodríguez. «Su comportamiento, sus actividades, serán cuidadosamente analizadas por las instituciones del Estado. Se tomarán medidas apropiadas», le dijo a Rusia Today la vicepresidenta Delcy Rodríguez. «Una vez más, el autoproclamado camina paso a paso al basurero de la historia, como el más desesperado y traidor a la patria. Señor Guaidó, vaya mejor a su casa y prepare unas buenas patatas», le recomendó Freddy Bernal, nombrado por Maduro como «protector» de Táchira, el estado fronterizo con Colombia elegido como primera cabeza de playa para introducir alimentos y medicinas especialmente enviados por Washington. Por lo demás, el Gobierno trató de restarle importancia al episodio y llamó a los venezolanos a disfrutar del carnaval más austero de la historia.

NUEVAS ACCIONES / La sensación de que Maduro tropezó ante una nueva relación de fuerzas era compartida por la oposición. «Sí, se pudo», lo recibieron a Guaidó los manifestantes. El autoproclamado presidente dijo estar convencido que el tiempo «juega a favor» del cambio de poder. «El mundo nos ayudará, pero tenemos que seguir por esta ruta. Dando la cara, seguir en cada una de las esquinas. Claro que vamos a poder».

Guaidó convocó a una nueva gran movilización opositora para el próximo sábado. A la par, anunció una reunión con sindicalistas del sector estatal «Hemos convocado a los empleados públicos. No podemos permitir que sigan secuestrados. Los obligan a ponerse la camiseta de un color político. Es el momento de decir ya basta y dejar sin funcionamiento al régimen que los oprime», dijo.

Otra vez, volvió a pedirle la cúpula castrense que abandone a Maduro. Guaidó dijo que 700 militares activos se han acogido a la ley de amnistía y ese es un camino inexorable. «Estoy aquí, señores de las Fuerzas Armadas, porque alguien no cumplió las ordenes», dijo durante su mitin. Hasta el momento, la jerarquía militar se mantiene firme frente al jefe de Estado.