La ciudad de La Haya es protagonista esta semana de un acontecimiento histórico. El Tribunal Penal Internacional (TPI), con sede en la localidad holandesa, ha iniciado el primer juicio centrado en la destrucción de patrimonio cultural de la UNESCO, que ha calificado de crimen de guerra.

Sentado en el banco de los acusados está el supuesto yihadista Ahmad al Faqi al Mahdi, a quien la fiscalía hace criminalmente responsable de la destrucción de edificios históricos y religiosos en la ciudad de Tombuctú, en el norte de Mali, en verano del 2012.

“Lo siento mucho, estoy realmente arrepentido y lamento todo el daño que mis acciones han causado y el coste que han tenido para mi familia y mi comunidad”.

Las palabras de Mahdi al empezar el juicio constituyen una declaración histórica. De entrada, es la primera vez que una persona acusada de crímenes de guerra se declara culpable ante la corte, lo que reducirá la duración del juicio a menos de una semana. Tras el proceso, los tres jueces encargados del caso decidirán la sentencia.

Mahdi se enfrenta a una pena máxima de 30 años de prisión, aunque la acusación ha dicho que pedirá entre nueve y once. De ser condenado, el de Mahdi sería el primer caso relacionado con el yihadismo del TPI, que también ha considerado por primera vez crímenes de guerra los ataques contra la herencia cultural.

MAUSOLEOS Y MEZQUITAS

En el 2012 el norte de Mali fue arrasado por un conflicto entre el Gobierno, los tuareg y los yihadistas. A Mahdi se le acusa de liderar el grupo yihadista Ansar Dine, asociado con Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), que durante diez meses ocupó Tombuctú, Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1988.

Durante ese tiempo, el acusado dirigió y ejecutó las acciones de la llamada 'Hisbah', una policía encargada de “defender la moral pública y prevenir el vicio de la población”. Entre el 30 de junio y el 11 de julio, la 'Hisbah' destruyó nueve mausoleos y la puerta de la mezquita Sidi Yahia, símbolos todos ellos de la época dorada de Tombuctú, en el siglo XIV.

Entonces la ciudad era un núcleo comercial y el centro del islam sufí, una rama de la religión que venera a los santos musulmanes enterrados en los conocidos mausoleos de barro, algo que el islamismo radical considera idolatría y, por tanto, una herejía.

EL TURISMO, PRINCIPAL VÍCTIMA

“Es como decirles a los habitantes de Tombuctú que la comunidad internacional no les ha abandonado, que su patrimonio no ha sido destruido en vano”, ha dicho a EL PERIÓDICO el consultor de la UNESCO y profesor de la UB, Jordi Tresserras, quien considera el juicio iniciado en La Haya un importante precedente. Otro caso podría ser el de la ciudad siria de Palmira, aunque, al contrario que en Tombuctú, aún no se ha detenido a ningún responsable.

No obstante, ha puntualizado, “lo importante no es solo el juicio”. La situación en Mali es aún muy complicada y el control efectivo del norte del país es incierto. Por eso es necesaria también una pacificación del territorio y dar alternativas profesionales a los civiles.

“Ellos han sido las principales víctimas”, dice Tresserras, porque desde el conflicto del 2012, han perdido su principal fuente de ingresos: el turismo. “ Tombuctú ha vivido siempre del comercio y de un turismo enfocado a la cultura”, afirma el consultor de la UNESCO, que añade que ahora la ciudad vive “una gran inestabilidad económica”.

CONVENCIÓN DE LA HAYA, ¿PAPEL MOJADO?

Los edificios destruidos, según el TPI, “fueron escogidos y atacados precisamente por su carácter religioso e histórico”. Y es que, como también argumenta Tresserras, tanto AQMI, en Mali, como Estado Islámico, en Irak ySiria, “han utilizado el patrimonio como una arma para eliminar la identidad cultural” de los lugares donde actúan.

Pero los yihadistas no son los únicos que han destruido parte del patrimonio mundial. Por ejemplo, el régimen sirio y el Gobierno ruso, dice el profesor de la UB, tampoco han respetado el valor histórico y cultural de la ciudad siria de Alepo, y eso sin contar las constantes violaciones a los derechos humanos. Tanto Rusia como Siria son firmantes de la Convención de la Haya que en 1954 aprobó la UNESCO para la protección de los bienes culturales en caso de conflicto armado.