Kinshasa es esa ciudad cuyas calles están llenas de niñas-madres, muchas de ellas aún lejos de la mayoría de edad. Una de cada cuatro adolescentes de la capital de la República Democrática del Congo queda embarazada antes de cumplir 19 años. Unos embarazos que tienen mucho que ver con el hecho de que casi el 50% de recién nacidos que ven la luz en esta urbe no sean fruto del deseo de tener un hijo sino de un cóctel de ignorancia, tabús sobre el sexo,desigualdad de género y una legislación arcaica que prohíbe a los menores acceder a la anticoncepción y a todas las mujeresabortar, incluso en caso de violación o incesto.

Los datos proceden de la oenegé Médicos del Mundo Francia (MdM) que desde 2014 gestiona en Kinshasa, junto con la organización congoleña Humana People to People (HPP), unproyecto de salud sexual y reproductiva destinado a mejorar el acceso de los adolescentes a la planificación familiar y ofrecer asistencia a las que han abortado o sufrido violencia sexual.

Monique, niña que pronto será madre, vive en Kingabwa, uno de los dos barrios en los que las dos oenegés trabajan con jóvenes de entre 10 y 24 años. En este vecindario la palabra miseria se queda corta: no hay alcantarillado ni luz ni agua corriente. Tampoco hay futuro para Monique, que ha tenido que dejar la escuela como se ven obligadas a hacer todas las niñas embarazadas en este país.

EL SEXO, TABÚ

Hablar de sexo en Congo sigue siendo un tabú, sobre todo entre padres e hijos. En occidente puede parecer inverosímil que una persona de 16 años no sepa cómo una mujer se queda embarazada; en Congo, no lo es. Monique recuerda: “Yo no sabía nada sobre los embarazos. Un día, mi novio me amó [lo expresa así] y dejé de tener la regla, pero estaba tranquila porque nadie me había dicho que eso es síntoma de embarazo. Cuando el médico me dijo que estaba de tres meses, no me lo podía creer”.

Los mismos padres que nunca le habían hablado de cómo evitar los embarazos, la echaron de casa, no sin antes pegarle una paliza. Ahora Monique vive con la familia del padre de su hijo, que -él sí- sigue yendo al instituto.

“En Congo se cree que hablar de sexo con los hijos equivale a animarles a tener relaciones sexuales. Muchas veces los mismos padres no tienen información: yo he conocido a adultos que no tenían la menor idea de cómo funciona su aparato reproductor. Además, existen una serie de mitos muy arraigados como que el usaranticonceptivos provoca esterilidad definitiva. En el proyecto tuvimos a una niña de 14 años embarazada que no establecía una relación causa-efecto entre el sexo y tener un bebé. Cuando indagamos sobre su embarazo, descubrimos que la habían violado en un túnel. Ella ni siquiera era consciente de que había sufrido una agresión sexual”, deplora Rachel Kumbisi, una de las trabajadoras del proyecto de MdM y HPP.

SEXISMO Y LEYES ARCAICAS

Alejandra García Patón, coordinadora del programa de embarazos no deseados de MdM en Congo, explica que en ese país “sigue en vigor una ley colonial, de 1920, que prohíbe el uso de anticonceptivos. En Congo son también ilegales las relaciones sexuales de menores de 18 años y el aborto, incluso en caso de violación e incesto”. En lo que esta cooperante define como una situación "esquizofrénica", esas leyes conviven con un programa gubernamental de salud sexual para adolescentes que fomenta el uso de anticonceptivos.

La cooperante explica que un proyecto de ley de 2012, cuya discusión está prevista para marzo de 2017, permitirá, de ser aprobado, el acceso libre a la anticoncepción a toda mujer en edad de procrear. Mientras, los anticonceptivos siguen siendo ilegales, aunque la norma no se suela aplicar a las parejas mayores de edad. Sin embargo, “la mera existencia de esa ley somete a la mujer a su cónyuge porque si la esposa va a una farmacia y compra un método anticonceptivo a espaldas del marido, éste la puede denunciar a ella y al farmacéutico. En Congo son los hombres quienes deciden si su mujer toma anticonceptivos y que anticonceptivos debe tomar”, deplora la responsable de MdM.

“Lo que subyace a esta legislación es una tremenda desigualdad de género: el que una mujer no pueda decidir cuándo y cuántos hijos quiere tener impide su autonomía, su acceso a la educación y al trabajo y perpetúa unas relaciones sociales y familiares basadas en el dominio del hombre”, asevera Alejandra García Patón. Un índice elaborado por la embajada de Suecia y la delegación de la Unión Europea en Kinshasa le da la razón. En 2014, Congo se situaba en el puesto 144 de 148 países en cuanto a desigualdad de género.