La milicia kurdosiria de las Unidades de Protección Popular (YPG, por sus siglas en kurdo), que lucha contra la ofensiva de Turquía en el cantón sirio de Afrín, ha hecho un llamamiento a todos los kurdos, incluidos los que viven en territorio turco, para que tomen las armas. «Decretamos la movilización general. Invitamos a todos los hijos de nuestro pueblo a tomar las armas para defender Afrín», dijeron ayer las YPG en un comunicado. Turquía, desde el sábado, está llevando a cabo una operación militar contra esta milicia, a la que Ankara considera terrorista por sus vínculos con la guerrilla del PKK. Algunos kurdos de Turquía, sin embargo, siguen sin verlo claro. «Esto es muy difícil», explica un grupo de habitantes de Yalangöz, un pueblo fronterizo con Siria. «No nos gusta la operación, pero nos gustan menos las YPG. Al otro lado de la frontera tenemos familia que está sufriendo mucho. Esto es muy difícil», destacan.

En las montañas, cada cinco minutos, retumba la artillería turca. Ambulancias corren hacia el frente y regresan. Llueve. Gallinas y perros dan tumbos por el barro. Suenan las bombas, pero el pueblo está tranquilo. Los hombres de Yalangöz se reúnen en la cafetería del pueblo.

«Mi familia, antes, vivía en la ciudad de Afrín, en el centro de la provincia. Ahora, con los bombardeos, intentan refugiarse en Alepo, pero los militantes de las YPG no les dejan. Les bloquean el paso y les obligan a quedarse. Están atrapados», explica un hombre del grupo.

Yalangöz es uno de los siete pueblos en la región turca de Hatay que están habitados enteramente por kurdos. Todo el mundo, aquí, tiene familia al otro lado de la frontera. Todo el mundo corrobora la historia. Varios miles de personas, según el Observatorio Sirio de los Derechos Humanos (OSDH), están intentando huir de la guerra y las bombas turcas que caen sobre Afrín. La organización asegura, además, que el régimen de Bashar el Asad también les bloquea el paso.

En Afrín, según algunas estimaciones, viven 400.000 personas. Muchas de ellas habían llegado allí huyendo de una guerra, la de Siria, que lleva ya siete años y medio millón de muertos a sus espaldas.

Y el conflicto, de momento, parece no tener salida. Turquía, cuatro días después de haber iniciado el ataque contra las YPG en Afrín, está intensificando la ofensiva. Los bombardeos y ataques contra ciudades y posiciones de la milicia kurda son constantes. También en otras regiones del Kurdistán sirio. Según el OSDH, en cuatro días, han muerto 30 civiles: 28 dentro de Afrín y dos en Turquía, a causa de lanzamientos de mortero por parte de las YPG.

Uno de estos dos muertos frecuentaba Yalangöz. «Es una enorme pena. Trabajaba de electricista junto con mi hermano. Tenía dos hijos pequeños. Nos pasábamos las tardes juntos en la cafetería. Era una gran persona y un gran amigo», explica un hombre del pueblo.

Aparte de los civiles, se calcula que han muerto unos 80 combatientes. La mitad kurdos y la otra mitad de las fuerzas aliadas de Turquía, pues Ankara está empleando como fuerza de choque mayoritariamente al Ejército Libre de Siria, opuesto a Asad. Ellos ponen los cuerpos y los fusiles, mientras que los turcos ponen las bombas y los aviones.

Hasta ahora, tres soldados turcos han muerto en los combates. Erdogan, surfeando la ola de orgullo patriota que atraviesa estos días Turquía, los ha declarado mártires: «No tenemos tiempo de escuchar lo que dicen los otros países de nuestra operación. La decisión de realizarla la ha tomado nuestro pueblo. Ganaremos», dijo el presidente turco en el funeral de uno de ellos.