L os restos del puerto beirutí se mezclan con los kilos de grano que volaron por los aires el martes. La emergencia alimentaria se cierne sobre un Líbano ya desgarrado por la explosión de 2.750 toneladas de nitrato de armonio almacenadas en el puerto sin las medidas de seguridad adecuadas. Solo la rabia alimenta a un Líbano que importa el 85% de sus necesidades alimentarias. Pocos creen las palabras del presidente Michel Aoun que no descarta «la posibilidad de una interferencia externa vía cohete, bomba u otro acto» unido a la negligencia como causas de la explosión. El jueves por la noche los manifestantes concentrados a las puertas del Parlamento fueron dispersados por las fuerzas policiales con gas lacrimógeno.

«Cuando vimos los silos, nos entró el pánico», reconoce Hasán Bou Habib, director ejecutivo de la cadena Wooden Bakery. La explosión arrojó unas 15.000 toneladas de trigo, maíz y cebada almacenadas cerca del puerto. A su paso también se llevó un molino harinero cercano. La destrucción de los silos, capaces de albergar 120.000 toneladas de cereales, es otra de las maldiciones impuestas al pueblo libanés. «El pan es lo único que puede satisfacer a los pobres: no nos sentamos a comer un bistec con tenedor y cuchillo», explica un empleado, Haïdar Moussaoui.

Mientras los libaneses se levantan en las calles, el presidente Aoun se retracta y pone en duda la negligencia de su Gobierno. «La causa aún está por determinar», dijo ayer a un medio local señalando que podría haber sido un accidente o una «interferencia externa».

El líder del movimiento libanés chií Hizbulá, Hasán Nasralá, por su lado, negó «categóricamente» que su organización tuviera un «almacén de armas» en el puerto de la ciudad, como ha circulado en algunos medios de comunicación.

Ante la ausencia de un rostro que colocar en la diana como culpable, decenas de personas se movilizaron durante la noche del jueves a las puertas del Parlamento. Los manifestantes exigían alguna autoridad que diera explicaciones, que les guiara en la reconstrucción. La respuesta fueron gases lacrimógenos.

El drama que puebla cada esquina toma distintas formas. La primera ruge desde los estómagos. La pérdida de la infraestructura del puerto por donde entran gran parte de las importaciones fuerza a la ciudadanía a depender de almacenes privados para comprar el grano.

La UE ha anunciado una conferencia de donantes para mañana, con una inusual rapidez para hacer frente a la emergencia. El apoyo internacional ha empezado a llegar a Beirut. Primero ha sido Rusia, que está colaborando en las ayudas de rescate en el puerto. La Organización Mundial de la Salud (OMS) lamentó ayer la destrucción de 17 contenedores con material médico almacenados en el puerto para combatir el covid-19.

También mostró alarma por las más de 300.000 personas que se han quedado sin hogar, factor que podría facilitar la transmisión del coronavirus.

Otra terrible cara del drama es la destrucción de hospitales. Cinco no están funcionando o funcionan parcialmente, según varias agencias de la ONU. Alrededor de unas 500 camas hospitalarias se han perdido en un país en el que aumentan los casos de coronavirus. «En estas circunstancias la OMS solicita ayuda por valor de 15 millones de dólares con el fin de atender la emergencia y mantener la respuesta a la covid-19 en el país», señaló el portavoz de la OMS, Christian Lindmeier. Desde Unicef, han lamentado los daños causados a 120 colegios y que afectan a unos 55.000 niños, y la pérdida de sus casas que afecta a entre 80.000 y 10.000 menores. Su portavoz, Marixie Mercado, afirmó que el aire, muy contaminado, «podría ser especialmente tóxico para los niños» y señaló que su agencia necesita unos 8,5 millones de dólares adicionales.

Mientras los libaneses se preparan para una gran manifestación para este sábado, El drama humanitario también tiene rostro de refugiado en el segundo país del mundo, tras Turquía, que acoge un mayor número de refugiados sirios, con más de 900.000. Muchos de ellos vivían en las zonas más afectadas por la onda expansiva. H