Aleksándr Lukashenko parece estar apurando la escasa munición que le resta en la cartuchera para prolongar su longevo mandato como presidente de Bielorrusia. En tono sombrío y con un punto de desesperación, el jefe del Estado ha anunciado a media mañana que llamaría a su homólogo de Rusia, Vladímir Putin, invocando una hipotética "amenaza" que se cierne "no solo sobre Bielorrusia", sino también sobre el poderoso vecino del este. Mientras, manifestaciones espontáneas se han generalizado por todo el país al tiempo que se constataban nuevas deserciones entre el funcionariado y miembros de las fuerzas de seguridad.

"Defender Bielorrusia no es nada más ni nada menos que defender nuestro espacio entero, la Unión Ruso-bielorrusa; éstos que vagan por las calles no comprenden esto", ha asegurado Lukashenko, dando a entender que las protestas estaban siendo azuzadas desde el exterior.

Pocos detalles de la conversación entre ambos mandatarios trascendieron este sábado. De la parte bielorrusa no se produjo anuncio alguno mientras que el Kremlin se ha limitado a emitir un comunicado en el que se informaba de que los dos presidentes expresaron su confianza en que "los problemas" serían resueltos "pronto", al tiempo que lanzaba una nada velada amenaza ante cualquier tentativa de la oposición para modificar las alianzas geopolíticas del pequeño estado eslavo, firmemente alineado con Moscú: "Estos problemas no deben ser explotados por las fuerzas destructivas que buscan dañar la cooperación mutuamente beneficiosa entre los dos países en el marco de la Unión".

Además de la mencionada unión, Bielorrusia es miembro de la Organización del Tratado para la Seguridad Colectiva, una organización militar liderada por Moscú y que agrupa además a Armenia y a varias exrepúblicas soviéticas de Asia Central.

SILENCIO OFICIAL EN MISNK

Una pista de que muy probablemente el cuestionado jefe del Estado bielorruso no obtuvo del líder del Kremlin todo el apoyo que buscaba se pudo entrever en el siguiente paso que dio. Al cabo de unas horas, se reunió con el Estado Mayor del Ejército y ante ellos pronunció una intervención repleta de amenazas hacia los manifestantes, pero que también daba a entender que Rusia no estaba por la labor de intervenir militarmente para sofocar la revuelta. "Solo les quiero pedir (a los manifestantes), como un hombre, no hagáis esto, no hay que jugar con fuego; nuestro Ejército tiene recursos suficientes para defenderse, defender a su famila, y garantizar la seguridad del Estado", exclamó, antes de concluir de forma asertiva: "no entregamos el Estado a nadie".

Pese a que se han producido numerosos casos de deserciones de las fuerzas de seguridad, en particular entre las tropas del Ministerio del Interior (OMON), fuentes de la oposición consideran que la posición del Ejército será crucial, ya que tiene la capacidad de inclinar la balanza hacia uno u otro bando. Respecto a la actitud que adopte finalmente la poderosa Rusia, Valeri Tsekpalo, uno de los candidatos a presidente descartados por las autoridades bielorrusas y un hombre al que se le suponen vínculos con Moscú, en una reciente conversación con EL PERIÓDICO, prácticamente descartó el escenario de una intervención militar rusa: "Es poco probable; antes de llegar a eso, Rusia tiene muchos medios" para garantizar una solución "que respete sus intereses".

LA PROPUESTA GANA CUERPO

Entretanto, la protesta ha ido ganando cuerpo, tanto en Minsk como en otras ciudades, y haciéndose cada vez más generalizada. Miles de personas se han congregado junto a la estación de metro Púshkinskaya, concretamente en el lugar donde cayó Aleksándr Taraikovski, uno de los manifestantes fallecidos, después de que saliera a la luz un vídeo que echaba por tierra la versión oficial de su muerte. Según el Ministerio del Interior, falleció cuando lanzaba un artefacto a los antidisturbios, pero en las imágenes se ve claramente que no tenía nada en la mano.

"Hay miles de personas aquí!", relata por teléfono desde el lugar mismo de la concentración un ciudadano español que prefiere no ser identificado. "La percepción aquí es que no ya queda mucho para que el régimen caiga", continúa, antes de anunciar que para este domingo está convocada "una gran maniestación".

La oposición parece vislumbrar como muy próximo el triunfo, hasta el punto de que ya prepara la transición. Svetlana Tikhonóvskaya, la candidata opositora y exiliada forzosa en Lituania, ha adelantado que ya trabajada en la composición de un Consejo Nacional que negocie el traspaso de autoridad.