Al final no llegó la sangre al río. Las tensiones con las que arrancó la cumbre del G-7 en Biarritz, que reunió durante tres días a las grandes potencias industrializadas -Estados Unidos, Canadá, Alemania, Francia, Italia, Reino Unido y Japón- se rebajaron gracias a la mezcla de osadía diplomática y pragmatismo político desplegado por el anfitrión.

El presidente francés, Emmanuel Macron, hizo un balance positivo de la cita, de la que, a su juicio, sale un mensaje de unidad. Avances concretos ha habido pocos, y el propio Macron reconoció que los socios no se han puesto de acuerdo en todo, pero al menos la reunión no descarriló y él puede anotarse varios tantos. Consiguió un acuerdo -económicamente parco, eso sí- para acudir en auxilio de la Amazonia devorada por el fuego, desbloqueando 18 millones de euros, hizo avances en el impuesto a las empresas tecnológicas y desencalló el dosier iraní con el golpe maestro de invitar a Biarritz al ministro de Asuntos Exteriores iraní, Mohamed Javad Zarif.

La apuesta de cuidar su relación con Trump, a quien agradeció «su talante y eficacia», dio sus frutos. «Tenemos algo en común. No nos gusta perder el tiempo y queremos resultados», dijo Macron en una rueda de prensa junto al presidente norteamericano, que ahora toma el relevo del francés al frente del G-7. Trump entró en el juego y se fue contento de Biarritz. «Nuestra relación nunca ha sido tan buena», admitió.

CONDICIONES / Respecto a Irán, asunto que dominó buena parte de la cumbre, Macron cree que el G-7 ha creado las condiciones para que Hasan Rohani y Donald Trump se sienten a negociar y logren un acuerdo. Estados Unidos se retiró unilateralmente en el 2018 del pacto nuclear firmado en el 2015 por Irán, Rusia China, Francia, Alemania y Reino Unido, al considerarlo desequilibrado y «ridículo». Washington reintrodujo entonces las sanciones que ahogan al régimen iraní, quien, a su vez, ha multiplicado las provocaciones en el estrecho de Ormuz y reiniciado su proceso de enriquecimiento de uranio.

Todos los miembros del G-7 están de acuerdo en que Irán no debe tener armamento nuclear y debe evitar escaramuzas en la región. No está claro si Macron logró persuadir a Trump para suavizar las sanciones. En todo caso, Francia intenta que Teherán vuelva a cumplir sus compromisos. Trump, que dio su visto bueno a la visita de Zarif a Biarritz, dijo estar dispuesto a reunirse con el líder iraní, Hasan Rohaní, «si se dan las circunstancias».

Guerra comercial / Otro asunto espinoso, la guerra comercial entre Estados Unidos y China se ha encarrilado con la intención de las dos potencias de retomar las negociaciones en la próxima ronda prevista para septiembre.

Trump anunció el viernes un incremento arancelario de 550.000 millones de dólares a los productos chinos en represalia a la medida de Pekín de gravar las importaciones norteamericanas a la altura de 75.000 millones de dólares. Aunque esbozó la amenaza de ordenar la salida de las empresas norteamericanas del mercado chino, finalmente dio marcha atrás.

El presidente francés, mientras, espera que las dos primeras economías mundiales pongan fin a la guerra comercial y, con ella, a la incertidumbre que agita mercados financieros y arroja sombras sobre la economía global.

En la declaración final de la cumbre se especifica que el G-7 defiende un comercio mundial «abierto y justo» y su intención de cambiar profundamente las reglas de la OMC para que el organismo sea más eficaz en la protección de la propiedad intelectual y la erradicación de las prácticas comerciales desleales.

Macron también logró desactivar la bomba con la que apareció Trump hace dos días: el amago de subir los aranceles al vino francés si Francia aplicaba una tasa del 3% a las grandes empresas tecnológicas, las llamadas GAFA (Google, Amazon, Facebook y Apple). Los países del G-7 se han comprometido a buscar un acuerdo en la OCDE para que el impuesto sea internacional. El día que esa fiscalidad vea la luz, Francia suprimirá su proyecto.