Con una frase pronunciada ante la comunidad francesa de Dinamarca, Emmanuel Macron ha desatado una polémica. El presidente francés hizo este miércoles un elogio de la cultura luterana, asociándola a la capacidad de la sociedad escandinava para transformarse, e ironizó con la resistencia de sus conciudadanos a las reformas.

No hay que ser ingenuo. Lo que es posible está ligado a una cultura, a un pueblo marcado por su historia. Este pueblo luterano, que ha vivido las transformaciones de estos últimos años, no es exactamente el de los galos refractarios al cambio, dijo ante la reina Margarita.

La comparación, que hunde sus raíces en un cliché histórico erróneo, no ha sido afortunada y toda la oposición se le ha echado encima reprochándole una actitud reiterada de desprecio hacia los franceses.

La presidenta de Reagrupación Nacional (el antiguo Frente Nacional), Marine Le Pen, le ha respondido diciendo que los galos van a tener el placer de responder a su arrogancia y a su desprecio. El representante de la Francia Insumisa Alexis Corbière ha escrito en Twitter que, al escuchar a Macron desde Dinamarca burlarse nuevamente del pueblo francés, la alternativa es simple: o cambia el pueblo o cambia el presidente.

En el campo de Los Republicanos, su presidente, Laurent Wauquiez, ha considerado inadmisible que caricaturice a los franceses. No está a la altura del papel de presidente. Cuando viaja al extranjero es el primer embajador de nuestro país. Tiene que defender la voz de Francia, ha dicho en la emisora Europe 1. La oposición censura igualmente el hecho de que Macron haya convertido casi en una costumbre disparar contra los franceses durante sus desplazamientos en el exterior.

Lo hizo en Salzburgo en agosto del 2017, al proclamar que Francia era la única gran nación europea que no había ganado la batalla contra el paro masivo, o en Bucarest cuando subrayó que Francia no era un país reformable porque los franceses odian las reformas. En septiembre de ese mismo año reincidió en Atenas criticando las manifestaciones que se preparaban en contra de la reforma laboral. No cederé en nada a los vagos, los cínicos y los extremos, lanzó.

Macron no es el primer mandatario que se mete en el jardín de los galos. A Nicolas Sarkozy también le llovieron las críticas cuando en plena campaña de las primarias de su partido, en septiembre del 2016, soltó que cuando uno se convierte en francés, sus antepasados son los galos. El ex presidente conservador echó mano del tópico para reafirmar su posición sobre la identidad nacional, uno de los temas favoritos de la extrema derecha.

La referencia de Macron a los galos tiene otra lectura. Está vinculada a la visión que el actual presidente tiene de la sociedad francesa, que considera, efectivamente, difícil de reformar.

Humor descontextualizado

El portavoz del Gobierno, Benjamin Grivaux, ha intentado rebajar la polvareda explicando que los galos refractarios son los partidos políticos que desde hace treinta años no quieren cambiar nada y la ministra de Justicia, Nicole Belloubet también ha salido al rescate del presidente al interpretar sus palabras con un punto de ironía.

El propio Macron se ha visto obligado a salir al paso desde Helsinky, donde este jueves prosigue su gira europea en busca de apoyos de cara a las elecciones al Parlamento Europeo del 2019. Allí ha replicado que su comentario fue un rasgo de humor sacado de contexto.

Me sorprende que haya gente que piense que desprecio a los franceses por decir que han sido tribus galas. Son los mismos que explican que deberíamos seguir siendo galos toda la eternidad.