La infancia sufre la mayor amenaza para su desarrollo en los últimos 30 años, los mismos que han transcurrido desde que se firmara la Convención sobre los Derechos del Niño, el tratado internacional sobre derechos humanos que ha cosechado el mayor respaldo de toda la historia. La realidad en el 2019 habla de que hay más países involucrados en conflictos internos o con otros estados que en ningún otro momento desde la firma de este convenio, concebido para consolidar un tratamiento de «protección especial para quienes no han alcanzado el pleno desarrollo físico y mental». La involución se ceba especialmente con los más pequeños, «las víctimas más vulnerables» de las guerras y las crisis humanitarias, como recuerda Unicef en el informe Acción humanitaria para la infancia 2019.

Las cifras, pesentadas ayer, hablan de que el programa de Naciones Unidas para la infancia logró que 2,6 millones de niños recibieran tratamiento contra la malnutrición aguda que sufrían. El balance global, sin embargo, detalla que aún quedaron un 41% de casos por atender en los propósitos de la entidad a principios del pasado ejercicio. Unos objetivos que esperan alcanzar a 4,2 millones de menores en el 2019. El informe describe también que 4,7 millones de chavales pudieron recibir vacunas contra el sarampión, una de las principales causas de muerte en países con grandes carencias sanitarias, pero Unicef recuerda que apenas sí se cubrió el 53% de la meta trazada, según los datos hasta octubre del 2018.

Mejor rendimiento se obtuvo en materia de agua y saneamiento, con 35,3 millones de personas que pudieron acceder a agua potable para sus quehaceres diarios, un 97,7% de la aspiración inicial. El ente, no obstante, insta a no bajar los brazos: el propósito para el 2019 es facilitar recursos hídricos en condiciones a 7 millones de personas que aún no los tienen.

Abusos y violencia

El balance también se refiere a 5,9 millones de jóvenes que pudieron completar programas educativos básicos, poco más de la mitad del objetivo para el nuevo año. Unicef pudo asimismo brindar ayuda psicosocial a 3,1 millones de pequeños, un 79% del total, en una necesidad creciente y sobre la que ha querido poner el foco el ente humanitario. «Cuando los niños crecen en una situación de conflicto, sus cicatrices físicas son fáciles de ver, pero sus cicatrices mentales tardan mucho más tiempo en curarse», revela el informe. Situaciones de abusos sexuales y violencia de género, secuestros y reclutamiento en grupos paramilitares. La directora ejecutiva de la organización, Henrietta H. Fore, señala al «estrés tóxico» de esta experiencia como el desencadenante de un efecto traumático que tiene un «efecto devastador en el aprendizaje y el desarrollo emocional y social de los niños».

El mapa de esa alerta para cientos de miles de niños pone en relieve puntos que llevan años en conflicto, como Siria, Libia, Afganistán y buena parte del África subsahariana, con unos 40 millones de personas afectadas. Pero las chinchetas rojas de emergencia social se clavan también en otras áreas que han visto agravarse su situación en los últimos tiempos, como el este de Ucrania, donde medio millón de menores sufren los rigores del conflicto del Donbáss; Venezuela y su crisis; y el drama de la población rohingya en Bangladés y Birmania.

Una situación que empeora, en buena medida, por situaciones de «pobreza extrema, que deterioran la vida de las víctimas y precipitan el aumento de la violencia», así como porque, a diferencia de las guerras de antaño, la población civil es ahora «uno de los grandes objetivos militares para debilitar al enemigo, creando una escalada de odio que enquista los conflictos», según Lorena Cobas, responsable de Emergencias de Unicef en España.

Además, las oenegés ven aumentar las dificultades para acceder a algunas de las regiones más inestables del mundo, como revela el análisis, que reclama a los contendientes la necesidad acuciante de facilitarles el espacio que precisan «para proteger a los niños y proporcionarles servicios esenciales». Un SOS sobre el terreno al que se suma otro dirigido a quienes viven a miles de kilómetros de esas zonas devastadas, este último para recordarles que el año pasado no se recaudó ni la mitad de los 3.320 millones de euros presupuestados para hacer realidad sus programas sobre el terreno, cifra récord en la trayectoria de Unicef. De esas aportaciones depende que se alcancen los casi 3.500 millones de euros imprescindibles para que los menores de todo el mundo vean cubiertas al menos sus necesidades básicas, aquellas que, como recuerda Cobas, «nunca deberían faltar en la vida de cualquier niño».