Empezaron a principios de octubre y, en solo un mes, en 30 días con sus 30 noches -sobretodo las noches, cuando la violencia se multiplica-, los muertos en las protestas de Irak superan ya los 250. Las empezaron, además, un grupo de un centenar de jóvenes en Bagdad que pedía, menos corrupción a su Gobierno y más y mejores servicios públicos básicos. Pero ahora los cientos se han convertido en decenas de miles -casi cientos de miles, en todo el país- que, durante el día, cortan calles, carreteras y puertos y, de noche, son perseguidos por la policía, que usa gas y munición real para dispersar a los manifestantes. De ahí el gran número de muertos.

«Los eslóganes de la gente indican una serie de demandas clave que ahora ya incluyen: cambiar la Constitución para eliminar el sectarismo de la política iraquí, cambiar la ley electoral para garantizar elecciones justas, reformar la justicia para luchar realmente contra la corrupción y reemplazar el Gobierno entero por otro que sea capaz de dar trabajo y seguridad a sus ciudadanos», escribe Ali Mamuri, experto en política iraquí.

«Limpiamos las calles, y otros nos traen agua y electricidad -dijo un manifestante, Mohammed Najm, acampado en Bagdad, a la agencia Reuters-. Hemos creado un miniestado. Sanidad gratis y transporte gratis. El Estado lleva 16 años ahí [fue puesto tras la invasión de EEUU del 2003, que acabó con el régimen de Saddam Hussein] y no ha logrado hacer lo que nosotros hemos hecho en siete días acampando en la plaza Tahrir. Si no pueden hacerlo, que se vayan». Durante este mes, los manifestantes han conseguido cerrar varios días el mayor puerto del país, Umm Qasr, por donde entra casi toda la comida importada a Irak, país desértico que, como tal, no es autosuficiente en alimentación. Los manifestantes han intentado cerrar los pozos petrolíferos, la principal fuente de dinero de Irak. De momento, no lo han conseguido. Y el Gobierno, como puede, intenta pararlo: «Los manifestantes ya han conseguido remover los cimientos del sistema político y deben detenerse. Amenazar los intereses del petróleo y bloquear las carreteras a los puertos está causando pérdidas por valor de miles de millones de dólares», dijo este pasado fin de semana el primer ministro iraquí, Adil Abdul Mahdi, quien ha recibido todos los golpes y al que se le exige la dimisión. Ya se la ha ofrecido al presidente. Pero aún no se ha hecho efectiva. Pero además, los manifestantes ya no se conforman con un cambio de primer ministro, sino de sistema político. «No queremos expulsar solo a Mahdi. También a todos los demás corruptos. Así que, ¿y qué si dimite? ¿Qué pasará? Pondrán a alguien peor», dijo un manifestante, Amir.

COALICIÓN / Si dimite Mahdi, los partidos que formaron la coalición que lidera el primer ministro deberán ponerse de acuerdo otra vez para formar un nuevo Gobierno que, si no se culmina satisfactoriamente, deberá convocar elecciones en el Parlamento en un plazo de 60 días. De pasar eso, la política iraquí entraría, muy probablemente, en un escenario caótico: Mahdi fue elegido primer ministro seis meses después de las últimas elecciones, entre puñaladas por la espalda de varios partidos políticos, acusaciones de fraude, peticiones de repetición electoral y los almacenes donde se guardaban los votos, quemados por un incendio, dijo la Policía, que fue completamente accidental.