Miles de personas recorrieron ayer las calles de París (13.500, según datos de un recuento independiente) para decir Stop a la islamofobia y denunciar lo que consideran un racismo creciente hacia los musulmanes bajo la forma de la enésima polémica sobre el velo islámico. El Senado francés votó el 29 de octubre prohibir los signos religiosos en las actividades extraescolares y a pesar de que la iniciativa no saldrá adelante en la Asamblea Nacional, muchas de las mujeres que acudieron a la marcha ven que este debate es una «maniobra de distracción» de la clase política para no hablar de los verdaderos problemas de la gente.

La marcha, que discurrió sin incidentes y en un ambiente festivo, fue convocada por medio centenar de personalidades y diversas organizaciones, como el Colectivo contra la Islamofobia en Francia (CCIF) o el Nuevo Partido Anticapitalista (NPA), en una tribuna publicada en el diario Libération el pasado 1 de noviembre, días después del ataque a la mezquita de Bayona cometido por un desequilibrado que fue candidato del Frente Nacional en las elecciones departamentales del 2015.

El uso del término islamofobia y la referencia a leyes liberticidas para aludir a las aprobadas en el 2004 y 2010 que vetan el velo en los colegios y el burka en el espacio público, respectivamente, ha desatado una agria polémica. También el hecho de que algunos acusen al CCIF de estar próximos a los Hermanos Musulmanes.

Todo ello ha dividido a la izquierda francesa hasta el punto de que algunos firmantes de la tribuna se desmarcaron y otros declinaron asistir a la manifestación. El Partido Socialista no participó, pero el Partido Comunista sí lo hizo, igual que el líder de la Francia Insumisa, Jean Luc Mélenchon, o el sindicato CGT. La presidenta de Reagrupación Nacional, Marine Le Pen, arremetió contra los líderes que acuden a la manifestación porque, a su juicio, «irán de la mano de los islamistas, es decir, los que desarrollan en nuestro país una ideología totalitaria».