Guinea Conakry, Liberia y Sierra Leona eran hace dos años, en plena epidemia de ébola, países apestados para las compañías aéreas. Todas habían anulado sus vuelos por el temor al contagio. Excepto una, la marroquí Royal Air Maroc, cuyo portavoz declaró a la Agencia France Presse que la decisión obedecía “al compromiso constante del Reino (Marruecos) con África”.

Aquel gesto fue un jalón más de una diplomacia que en los últimos años ha centrado sus esfuerzos en el continente africano convirtiendo a Marruecos en el segundo inversor en el continente. Este creciente peso económico ha ido acompañado de un objetivo político: revertir el reconocimiento de algunos países africanos a la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) y provocar su expulsión de la única institución internacional que la reconoce plenamente como Estado: la Unión Africana (UA), antes Organización de la Unidad Africana, un foro que Marruecos abandonó en 1984 en protesta por la admisión de la RASD.

La política de Rabat que se definió como de la “silla vacía” acabó este lunes en la capital etíope, Addis Abeba, cuando 39 de sus 54 miembros aceptaron el retorno del reino alauí a la organización durante su 28ª cumbre de jefes de Estado. Entre ellos figuraba el adalid de la política africana de Marruecos: su rey,Mohamed VI, quien estos años ha multiplicado las giras en el continente.

RESERVAS DE 10 PAÍSES

Marruecos se convierte así en el 55 Estado de la UA, no sin reservas de diez países, capitaneados por Argelia, principal valedora del Frente Polisario, y diversos Estados del cono sur de África, donde se concentran aliados de peso del independentismo saharaui como Sudáfrica. Aunque el Frente Polisario ha tratado de minimizar el golpe diplomático que la readmisión del reino alauí en la UA supone, al felicitarse por el reconocimiento implícito a la RASD que, en su opinión, esa reingreso significa, la realidad parece ser otra. Rabat va a poder ahora defender sus tesis sobre el Sáhara y hacer presión desde dentro de la Unión Africana, en un momento en el que la protección del principal valedor de la causa saharaui, Argelia, se resiente por los problemas internos del país y su débil liderazgo, encarnado en un presidente, Abdelaziz Buteflika, cuyos graves problemas de salud ya no son un secreto para nadie pese a que este lunes fue nombrado vicepresidente de la UA.

Uno de los países que apoya a la RASD, Zimbabue, propuso en vano la creación de un comité para velar por el “estricto cumplimiento del Acta Fundacional de la UA” antes de permitir la readmisión de Marruecos.

En esta Acta Constitutiva se recoge la obligatoriedad de respetar las fronteras que los Estados africanos tenían al acceder a la independencia; en el caso de Marruecos en 1956, cuando el Sáhara Occidental era aún colonia española. Por ello, de asumir plenamente esta disposición, Rabat debería reconocer que el Sáhara no está bajo su soberanía. El hecho de que Marruecos no haya expresado reservas a este documento ha servido al Frente Polisario para asegurar que el reingreso de Marruecos “es una victoria diplomática” para su causa.

Los proyectos de Marruecos no van en esa línea. En realidad, el plan inicial de Rabat era volver a la UA, sí, pero previa expulsión de la RASD. Cuando en julio de 2016 Marruecos anuncia que pedirá el reingreso, de forma simultánea 28 países miembros favorables a las tesis marroquíes reclaman la suspensión de la adhesión de la RASD a la organización. Esta petición no prosperó y Rabat rebajó sus expectativas ateniéndose a lo que el mismo rey Mohamed VI dejaba entrever con una frase: “Cuando un cuerpo está enfermo, hay que curarlo desde dentro”.

Ya “dentro” de ese cuerpo que Marruecos considera “enfermo”, la estrategia diplomática de Marruecos entra en una nueva fase que entierra definitivamente la política de la “silla vacía” en la UA y privilegia la acción directa. Con el peso que le da ser un miembro de pleno derecho, Rabat estará mejor situado para contrarrestar iniciativas como la que en 2014 llevó a Joachim Chissano, enviado especial de la UA para el Sáhara, a reclamar la celebración de un referéndum de autodeterminación para la excolonia española, una iniciativa que el think tank marroquí Amadeus, dirigido por el hijo de un consejero de Mohamed VI, Taieb Fassi-Fihri, tildó de “dinámica proRASD” y “crisis de subjetividad de la UA”.