Un millón de manifestantes inundaron ayer el centro de Londres reclamando al Gobierno británico un nuevo referéndum sobre el brexit. La cifra, calculada por los organizadores (la plataforma cívica People’s Vote), es la más elevada desde la protesta contra la guerra de Iraq en el 2003. La marcha discurrió entre un mar azul de banderas de la Unión Europea y pancartas contra Theresa May, el brexit y algunos conservadores ultraeuroescéptico. La última concentración contra la salida de la UE, el pasado octubre, reunió a 700.000 personas.

Dos horas antes de que arrancara el cortejo en Marble Arch, a un lado de Hayde Park, ya había decenas de miles de congregados. El recorrido designado oficialmente llegó a estar tan abarrotado que obligó a muchos de los que iban llegando a tomar vías alternativas. La protesta se desarrolló en un ambiente pacifico, familiar e incluso con un punto carnavalesco, con bandas de música y disfraces, pero no por eso era menor el enfado y la determinación de los participantes.

Para Ryan Evans, de 62 años, «el brexit ha sido una perdición para este país». «Llevamos tres años inmovilizados, hundidos. Hay que detenerlo», agregaba. Lara Campbell, una estudiante de Física de 21 años, temía ver cerradas muchas de sus «posibilidades profesionales en otros países a cusa del brexit». Pauline. una venerable dama de 80 años, que se identificaba «no como británica, sino inglesa, porque han sido los ingleses los que han hecho esto del brexit», reconocía estar «muy preocupada porque la salida sin acuerdo puede ocurrir accidentalmente». Su hijo, que vive en Andalucía, tiene aún más miedo que ella a los derechos que pueda perder.

TODOS CONTRA MAY / El lema oficial de la marcha, Put it to the people (Ponlo en manos de la gente), figuraba en incontables pancartas, como también el ya famoso Brexit bollocks (Brexit a la mierda). Otro carteles iban por libre como «Alexa, cancela el brexit» o «Tú no hablas por nosotros, Theresa», aludiendo la polémica declaración de la primera ministra, cuando dijo defender a la ciudadanía frente a los diputados.

En la plaza del Parlamento tomó la palabra el que fuera viceprimer ministro del Partido Conservador, Michael Heseltine, que acusó a May de ser «una afrenta para la democracia parlamentaria». El alcalde de Londres, Sadiq Khan, afirmó: «Sin importar lo que cada uno votó, todos estamos de acuerdo en que el brexit es un auténtico embrollo».

Para la líder del Partido Nacional Escocés, Nicola Sturgeon, «este es el momento, la máxima oportunidad de evitar la catástrofe que supone tanto la falta de acuerdo como el acuerdo de la primera ministra». El número dos del Partido Laborista, Tom Watson, hizo una propuesta a May: «Solo votaría por su acuerdo si usted lo pone a votación entre la gente», y añadió: «La primera ministra ha perdido el control de este proceso».

Una petición colocada en internet el jueves por la británica Margaret Georgiadou, de 77 años, en la página del Parlamento solicitando la revocación del Artículo 50 ya había sobrepasado ayer los 4,6 millones de firmas. Georgiadou denunció el haber recibido tres llamadas telefónicas amenazándola de muerte. Como ella, hay varios diputados a favor de la permanencia en Europa amenazados de muerte. Una parlamentaria, Anna Soubry, exmiembro del Partido Conservador y ahora en el Grupo Independiente, no se atrevió este fin de semana a volver a su distrito electoral por las amenazas contra su vida.

La próxima semana podría conocerse algo más del futuro rumbo del brexit. May ha enviado una carta a los diputados anunciando que la votación por tercera vez de su acuerdo puede que no se lleve a cabo, porque «parece que no tiene suficiente respaldo». El clamor pidiendo que presente la dimisión parece imparable. El diario The Times, en un editorial titulado «Váyase, primera ministra», explicaba que May «no solo no es la solución a la crisis que desborda a Gran Bretaña, sino que se ha convertido en un obstáculo para encontrar la solución».