Una tabla de cortar pescado ha dejado sin guardería y colegios a la chavalería pequinesa. Así de frágil es la normalidad poscoronavirus incluso en los países más aplicados. La capital de China cerró ayer su racha de casi dos meses sin contagios locales por el virus con un brote inquietante en su principal mercado de abastos que forzó a las autoridades a retroceder en la desescalada.

El pasado jueves fue diagnosticada una mujer que ni había llegado del extranjero ni había estado en contacto con viajeros. La lista se había ampliado ayer al mediodía a siete, todos relacionados con el mercado de Xinfadi. La inmediata y masiva campaña de testeo arrojó hasta ayer 45 infectados tras realizar 517 pruebas de ácido nucleico.

Xinfadi es la despensa de la capital. Cada día salen de ahí 1.500 toneladas de pescado, 18.000 toneladas de verduras y 20.000 toneladas de fruta hacia restaurantes y supermercados. El brote, pues, tiene un enorme potencial de propagación. El distrito de Fengtai que lo acoge, en el sur de Pekín, declaró la «emergencia de tiempos de guerra» y sus calles fueron tomadas por policías y soldados que cerraron y acordonaron el mercado. También ordenaron la reclusión de los vecinos en una docena de complejos de viviendas vecinas.

Los operarios han detectado el patógeno en 40 de las 5.000 muestras ambientales tomadas en el mercado y las investigaciones preliminares apuntan a una tabla para cortar salmón importado como foco de infección, aunque no se ha confirmado si el virus se ha identificado en el objeto, en el pescado o en las personas que manipulaban ambos, agrega Europa Press.

POCAS HORAS / Bastaron unas pocas horas para que las grandes cadenas de supermercados de Pekín retirasen el salmón de sus estanterías e incluso en Chengdu, en la otra punta del país, tomaron la misma precaución. Las autoridades capitalinas aclararon que están tomando medidas para evitar el desabastecimiento de sus más de 20 millones de ciudadanos.

La cincuentena de nuevos positivos, todos asintomáticos, supone un reto mayúsculo para las autoridades sanitarias chinas. En los próximos días tienen previsto extender las pruebas a los 2.000 trabajadores de Xinfadi, a todos los clientes que lo pisaron en las dos últimas semanas y a sus contactos. Son cifras macroeconómicas si atendemos a que por sus más de cien hectáreas pasan cada día más de 50.000 personas. La concienzuda labor de rastreo ha llegado ya hasta la provincia septentrional de Liaoning, donde emergieron otros dos casos asintomáticos que habrían sido contagiados por un trabajador del mercado de abastos pequinés.

Xinfadi devuelve el eco de Huanan, la lonja de Wuhan de la que presumiblemente surgió el coronavirus en diciembre pasado. Para Feng Zhangchun, experto del Colegio Médico Tongji, esa cincuentena de casos revela que el virus se está expandiendo por la comunidad de forma similar a aquellas primeras semanas en Wuhan. «Si no se controla con rapidez, el virus afectará a mucha gente en poco tiempo debido a la gran densidad demográfica. Pekín debe incrementar las medidas de precaución con urgencia», dijo al diario hongkonés South China Morning Post.

AGILIDAD Y BRIO / El brote refresca los temores sobre la segunda ola y recuerda que basta una chispa para incendiar la pradera. A China no le falta agilidad ni brío: bastaron seis positivos el mes pasado para que Wuhan testara a sus once millones de habitantes en diez días. Hasta ahora Pekín sumaba dos meses sin registrar más que esporádicos casos importados de la diáspora china que regresa en busca de un refugio. Los parques, bares y centros comerciales habían recuperado su nervio y semanas atrás se levantó la obligación de la mascarilla en espacios públicos. De la magnitud del brote dependerán las medidas de las autoridades. Por el momento ya han pospuesto la reapertura el lunes de guarderías y colegios, han cancelado los eventos deportivos y cerrado atracciones turísticas como el céntrico Templo del Lama.