Theresa May ha sido objeto de una broma que definirá su mandato como primera ministra. La líder conservadora estaba pronunciando el discurso de clausura de la conferencia de los tories en Manchester, con el que trataba de mantenerse en el puesto, cuando un espontaneo, encorbatado y con la credencial al cuello, se ha acercado al estrado para entregarle un impreso. “Boris Johnson me ha pedido que le de esto”, le dijo el hombre, que burló los exhaustivos controles de seguridad de la conferencia. El papel era un P45, el documento a rellenar a efectos fiscales cuando un empleado es despedido. Boris la mandaba a la calle. Quien resultó ser un cómico, conocido de los conservadores, no podía ilustrar de manera más contundente la lucha del ministro de exteriores por derrocar a una primera ministra agonizante. May aguantó en silencio antes de retomar el discurso y salió del paso diciendo que a quien había que entregar el P45 era al líder de la oposición, Jeremy Corbyn.

Pero su calvario no había hecho más que empezar. A partir de ahí una tos persistente la obligaba a detenerse medio ahogada en cada párrafo. Los militantes en la sala trataban de ayudarla aplaudiendo de manera que pudiera recuperar la respiración. En un momento en el que pareció que no podría seguir, se vio claramente como la ministra de Interior, Amber Rudd, le dijo a Johnson que se levantara del asiento y aplaudiera, para echar un cable a May. El discurso era además bastante largo y fue penoso. Cuando logró terminarlo el marido de May se abrazó a ella y la beso en la mejilla tratando de confortarla. La primera ministra estaba al borde de las lágrimas. La pareja salió rápidamente de la sala. Lo dicho entre ahogos por May ha quedado en segundo plano. La imagen que permanecerá del espectáculo de los ‘tories’ es el hundimiento de su líder ante los ojos del país.