La inestabilidad política británica amenaza el acuerdo alcanzado sobre brexit y la propia supervivencia de Theresa May. El Reino Unido vivió ayer otra jornada de zozobra, con una cascada de dimisiones en el Gobierno y la presión de los conservadores euroescépticos para obligar a dimitir a la primera ministra. El respaldo del gabinete al acuerdo sobre el brexit anunciado al país en la noche del miércoles apenas sobrevivió unas horas.

May debía presentar a las diez y media de la mañana el pacto acordado en el Parlamento, como primer paso en la campaña para conseguir el voto de los diputados en diciembre. Pero cuando llegó al Palacio de Westminster, ya se habían producido cinco renuncias en su equipo, entre ellas, la de la ministra de Trabajo y Pensiones, Esther McVey, y la del propio ministro para el brexit, Dominic Raab. Esta última fue con diferencia la más determinante en el desencadenamiento de la nueva crisis. Raab, un euroescéptico radical, es el segundo ministro para el brexit que ha perdido May. La persona que debía defender y negociar con Bruselas el acuerdo de salida, no cree en él. El acuerdo tiene «dos defectos fatales», explicó Raab. El primero es que lo ofrecido por la UE «amenaza la integridad del Reino Unido». El segundo es que llevaría al país «a una situación indefinida, cuando no permanente, de bloqueo en un régimen donde se aplican las leyes y normas europeas, sin un mecanismo de salida».

ARGUMENTOS COMPARTIDOS / Los argumentos aducidos por Raab son muy similares a los esgrimidos por el resto de los dimisionarios, cuyo número a media tarde se elevaba a ocho. Las mismas razones también se escucharon una y otra vez durante la comparecencia de May en la Cámara de los Comunes. Un debate de tres horas en el que defendió los términos del acuerdo, mientras este era criticado y condenado por los diputados de todas las tendencias políticas. «Sé que ha sido un proceso frustrante. Nos ha forzado a enfrentarnos a algunos problemas difíciles. Pero es posible un buen brexit, un brexit que es en interés nacional», señaló May. «Votar contra el acuerdo», advirtió «nos llevaría a la casilla de salida, significaría más incertidumbre, más divisiones y haber fracasado a la hora de cumplir con lo decidido por los británicos».

Fueron muchos los diputados, aliados y oponentes que consideran el acuerdo una causa perdida y anunciaron su voto en contra. May también se juega el apoyo de los diputados unionistas del DUP, que precisa para gobernar, por su desacuerdo sobre el trato diferente para Irlanda del Norte del pacto. Lo conseguido es según el jefe de la oposición laborista, Jeremy Corbyn, una «chapuza». «El Gobierno debe abandonar este acuerdo, que claramente no tiene el respaldo del gabinete, de este Parlamento o del país», declaró.

Los euroescépticos conservadores aseguran que más de 80 se opondrán en la votación. Uno de ellos, el líder del colectivo European Reserarch Group, Jacob Rees-Mogg, anunció públicamente la presentación de una carta reclamando una moción contra May para acabar con su liderazgo. Hacen falta un total 48 firmas ante el Comité 1922 para desencadenar ese proceso. De momento no las tienen y hay diferencias en el grupo sobre la estrategia a seguir. La complejidad de ese mecanismo, el momento en el que se halla el brexit y sobre todo la falta de una figura con suficiente respaldo de todas las facciones de los Tory para reemplazar a May pueden volver a salvar a la primera ministra.

ESCOLLO EN EL PARLAMENTO / Mucho más difícil será que consiga la aprobación del acuerdo en el Parlamento, donde se escucharon numerosas voces reclamando un segundo referéndum. Es también la opción mayoritaria entre los electores. De acuerdo con un sondeo de la cadena Sky News divulgado el jueves, el 55% de los votantes apoya una segunda consulta y un 54% está en contra de abandonar la Unión Europea.

A media tarde May volvió a defender el acuerdo, esta vez ante la prensa. Imperturbable, a pesar de las dimisiones y la amenaza de liderazgo, dejó clara su determinación de seguir adelante. A esa hora aún no había nuevo ministro para el brexit. Los dos anteriores eran euroescépticos y a pesar de todo dimitieron por no poder influir en la negociación del modo que querían.