La dinámica ascendente de los nacionalistas corsos mostrada hace una semana se confirmó anoche sin sorpresas con una victoria aplastante en la segunda vuelta de las elecciones regionales. La coalición Pè a Corsica (Por Córcega), liderada por el presidente del ejecutivo saliente, el autonomista Gilles Simeoni, alcanzó el 56,5% de los votos asegurándose unos 40 escaños de los 63 que tendrá la nueva asamblea, según los resultados definitivos. Al igual que en la primera vuelta, el escrutinio estuvo marcado por una fuerte abstención: el 47%.

El reto para el nuevo equipo de Gobierno es de talla, porque a partir del 1 de enero la isla francesa fusionará sus dos departamentos actuales (Alta Córcega y Córcega del Sur) para alumbrar una administración territorial única con más competencias y presupuesto.

Además de gestionar el día a día de los 320.000 habitantes de Córcega, la coalición nacionalista tendrá que cumplir su promesa de negociar en tres años un estatuto de autonomía con el Gobierno central y avanzar en el resto de reivindicaciones que figuran en su programa electoral. Entre ellas, el reconocimiento cooficial de la lengua corsa o la amnistía para los que consideran presos políticos.

Si hasta ahora el Elíseo ha guardado un completo silencio, todos los analistas coinciden en que Emmanuel Macron no tiene más remedio que enfrentarse al delicado dosier corso, lo que sitúa al presidente francés en una posición incómoda.

El presidente saliente de la Asamblea, el independentista Jean-Guy Talamoni, por su parte, destacó la «legitimidad» de la nueva cámara territorial y advirtió de que París no podrá negar el resultado democrático de las urnas. Si lo hace, auguró manifestaciones y una gira de los nacionalistas por las capitales europeas para defender sus aspiraciones.