«La sensación que tengo es de alivio. Después de tres años y medio peleando hasta en lo más íntimo con ese perro rabioso que es el brexit, al fin ya no está en mi vida. Se acabó, fuera, punto y final. Me siento como en esos matrimonios complicados en los que uno de los dos ha estado batallando para salvar la relación y, viendo que es imposible, llega un momento en que dice: se acabó, ahí te quedas, que te jodan. Te sientes mal, porque sabes que has perdido, pero también liberado. A continuación, hay que tomar decisiones. Hace dos meses dejé mi piso de Londres y me instalé definitivamente en España. Soy hijo de española e inglés, así que tengo la doble nacionalidad, pero hace poco me saqué el DNI español como quien se hace un seguro de vida. Antes del brexit, no se me habría pasado por la cabeza, ya iba bien con mi pasaporte británico y mi doble nacionalidad, pero me temo que a partir de ahora lo voy a necesitar. Quiero seguir siendo ciudadano europeo. ¿Qué va a pasar en el futuro? No lo sé, y me preocupa. Los brexiters se imaginan este viernes como el día de la independencia, pero no creo que de momento cambien tantas cosas. Habrá mucho dramatismo, pero pocos efectos prácticos. Quedan meses de negociación. La posibilidad del brexit duro sigue sobre la mesa».