H an tenido que pasar varias horas, repletas de contradictorias declaraciones de médicos rusos, para que al final, el avión medicalizado llegado desde Alemania durante la mañana a la ciudad siberiana de Omsk fuera autorizado a llevarse al bloguero Alekséi Navalni, el principal líder de la oposición rusa, hospitalizado desde el miércoles bajo la sospecha de haber sido envenenado. «Te apelo oficialmente a ti (Putin) para pedirte que permitas... el traslado de Navalni... a Alemania», había implorado Yúlia Navalnáya, la esposa del activista, en una carta pública dirigida al líder del Kremlin. Incluso, en las últimas horas, la familia había contactado con el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH).

El tortuoso camino de Navalni hacia la clínica alemana donde será tratado arrancó a mediodía, hora local, poco antes de que aterrizara en Omsk el aparato fletado por la oenegé Cine de la Fundación Paz. Contra lo que habían indicado anteriormente, los médicos rusos que le trataban cambiaron de opinión de súbito e indicaron que el paciente no podía viajar hasta que no fuera estabilizado.

De inmediato, Iván Zhdánov, director del Fondo contra la Corrupción, la oenegé fundada por Navalni, dio una improvisada rueda de prensa en el exterior del Hospital de Urgencias de Omsk asegurando que la policía le acababa de informar de que en el organismo del bloguero se ha descubierto veneno, y que el traslado era peligroso no solo para él, sino también para quienes le acompañasen en el viaje.

Aleksandr Murakhovski, director del Hospital de Urgencias de Omsk donde está siendo tratado, explicó poco después que el deseo de la familia de sacar del país al enfermo no era suficiente para autorizar el traslado y precisó que doctores procedentes de los hospitales moscovitas Burdenko y Pigorov se hallaban ya en Omsk para tratar a Navalni. El primero es un centro hospitalario militar, el segundo se trata de una policlínica dependiente del Ministerio de Sanidad. Fue precisamente tras consultar con ellos que el responsable médico adoptó la decisión de no autorizar el viaje.