Migrantes, refugiados y solicitantes de asilo están cada vez más acorralados por las penosas condiciones de sus países de origen y la actitud de una Europa dividida entre países dispuestos a asumir su cuota de responsabilidad y otros en los que cala con fuerza el discurso populista. Las oenegés y el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) son los escasos actores a los que se aferran las esperanzas de los desplazados, inmersos en penosas condiciones de supervivencia. La representante en España de ACNUR , Francesca Fritz-Prguda, se ha reunido esta semana con el fundador de Open Arms, Òscar Camps, para analizar el drama migratorio que sacude el Mediterráneo.

—Open Arms envía mensajes cada vez más desesperados sobre el drama migratorio.

—Desde ACNUR estamos muy preocupados. Tanto por la mortalidad en el mar Mediterráneo, como por el incremento de restricciones y penalizaciones contra las oenegés, uno de los pocos actores que continúan salvando vidas.

—¿El discurso populista está ganando la partida?

—Yo no hablaría de ganar partidas: hay un marco legal internacional y nacional. Nos preocupa el populismo y la narrativa del miedo, tan alejada de la realidad. Se instrumentaliza políticamente la migración. Las llegadas marítimas nunca fueron tan bajas como ahora, pero la mortalidad se mantiene o sube. En el Mediterráneo central una de cada seis personas que intenta ir a Europa muere o desaparece.

—¿Qué hacer para revertir esta situación?

—No hay que limitar la situación al rescate marítimo, sin contar con el desembarco, puertos seguros, un proceso de acogida y un reparto solidario entre países. Eso requiere voluntad política de estados miembros e instituciones de la UE. Pero hay países e instituciones que siguen una estrategia populista. Es bastante ridículo que cada vez que haya personas rescatadas se desencadene una crisis política.

—A mitad de este año se han alcanzado las solicitudes de asilo de todo el 2018 en España.

—La respuesta es Venezuela y la crisis en Centroamérica. El mayor colectivo de solicitantes son venezolanos, un 36%. En lo que va de año, ya hemos alcanzado la cifra de todo el año pasado y proyectamos cerca de 120.000 solicitudes de asilo totales.

—El Gobierno de Sánchez empezó acogiendo a migrantes y refugiados, pero su política migratoria ya no es tan aperturista.

—Este Gobierno ha tomado medidas importantes, como el establecimiento del Centro de Atención Temporal a Extranjeros en el sur de España, pero cuenta con muy pocos recursos por la escasa preparación de los años anteriores en capacidad de asilo y de gestión de llegadas. Una aguda escasez combinada con un sucesivo aumento de solicitudes de refugio. Las 58.000 llegadas marítimas del año pasado no deberían ser una emergencia humanitaria para un país como España. Pero si lo combinas con la falta de previsión y preparación, se convierte en una situación de crisis de respuesta institucional.

—¿Hay inquietud por que esté calando el populismo entre la opinión pública?

—Estamos inquietos. Los crímenes de odio tienen mucho que ver con la narrativa política y las reacciones mediáticas. Es momento de responsabilidad y madurez política. Me he reunido con casi todos los líderes políticos para pedir evitar crear miedo sin motivo y decirles que el mejor garante de la seguridad es un sistema de asilo eficaz.

—¿Es más difícil lograr solicitantes de asilo en España?

—Hay una enorme carencia de capacidad. El propio ministro del Interior [Grande-Marlaska] fue el primero en reconocer que la situación de asilo es miserable. También hay que identificar los perfiles de personas que solicitan refugio, pues van cambiando. Además, España debe ser un país que reciba reasentamiento, no que lo mande, por ser un Estado con relativamente pocas personas refugiadas. No hay avalanchas ni motivos para el alarmismo. Es una situación manejable con los recursos y la dedicación debidos.

—¿Qué debe mejorar España?

—Recomendamos una mejora enorme de la coordinación interministerial. Pensamos que la gestión de la inmigración y los asilos debe partir de un mecanismo con jerarquía supraministerial. España es un país con mucho potencial, sin muchos crímenes ni narrativa del odio con respecto a otros países. Y también con un pueblo que es muy solidario. Hay mucha sensibilidad para crear más vías legales y compartir la responsabilidad con estos países que acogen el 85% de refugiados del mundo, unos 71 millones, y que están en el sur global. No están en España, Alemania, Australia, Japon…

—¿Qué medidas se precisan?

—Negociamos con el Gobierno para que presente un paquete ambicioso en el Fórum global de refugiados del pasado mes de diciembre. Una estrategia holística, con una narrativa política madura y un gran aumento de la financiación a países de grandes acogidas. La financiación es un tema complicado en el momento político actual por la falta de recursos, pero en algún momento se debe resolver. Otro elemento clave es aumentar el número de plazas de reasentamiento.

—¿Y qué se puede hacer en los países de origen, sumidos en el conflicto y el caos?

—Para ello es clave la prevención de conflictos. Hay un instrumentario amplio pero también límites políticos. Podemos apelar a los estados, pero los conflictos en la actualidad son mucho más complejos que hace 30 años. Tenemos que educar, involucrar a los gobiernos a que se responsabilicen y busquen soluciones para los desplazados. Rompe el corazón que cada vez haya menos soluciones y en cambio más desplazamientos y que esa brecha vaya a más.