La ministra británica de Interior, Amber Rudd, dimitió el domingo por la noche tras varios días en la cuerda floja por la crisis sobre el control de la inmigración. Rudd se vio envuelta en el escándalo de Windrush, los ciudadanos de origen caribeño que llegaron invitados al Reino Unido tras la segunda guerra mundial para reconstruir el país y ahora se les niega la ciudadanía y están siendo deportados, privados de todos los derechos.

La oposición ya había pedido hace días su renuncia y 200 diputados firmaron una carta criticando la política de inmigración de la ministra acusándola estar improvisando para acallar las protestas

Rudd además fue económica con la verdad. Había negado en un principio que su departamento hubiera fijado cuotas anuales de deportación de inmigrantes ilegales. Después aceptó que esas cuotas existían, pero dijo no tener conocimiento de ellas cuando fue llamada a declarar ante una comisión parlamentaria. El domingo, sin embargo, el diario 'The Guardian' publicó una carta firmada por Rudd en la que marcaba su objetivo “ambicioso, pero factible” de deportar un 10% más de inmigrantes ilegales en los próximos años. Esa prueba irrefutable la obligó a marcharse.

La primera ministra, Theresa May "ha aceptado esta noche su dimisión", señaló un comunicado de Downing Street.